11 de septiembre de 2017 - 21:00 pm

La educación normal en el nuevo modelo educativo

Por La Crónica de Chihuahua

El tema de las normales rurales se ha abordado varias veces en buzos. El surgimiento y desarrollo, la causa de la creación de estas escuelas, la desatención oficial, sus terribles carencias, sus luchas frecuentes, la represión y la tendencia a suprimir este subsistema, son aspectos que ya han sido objeto de nuestra atención; pero las declaraciones recientes del Secretario de Educación Pública sobre la decisión de transformar la educación normal hacen necesario volver sobre el asunto y referirnos como siempre al aspecto más conflictivo, al sector que más dolores de cabeza ha causado a la clase dominante y al gobierno.

El proceso de extinción de las normales rurales es una de las pruebas de que a los poderosos no les interesa, ni les conviene, que los hijos de las clases mayoritarias se eduquen.

La profunda ignorancia y el analfabetismo eran consustanciales al sistema terrateniente en México y solo después de la Revolución Mexicana, ya avanzado el proceso de construcción de una nueva sociedad, se abrió paso la imperiosa necesidad de educar al pueblo y por lo tanto formar para ello un número suficiente de profesores; entonces nacieron las primeras escuelas normales que dieron paso al surgimiento de todo un sistema nacional, que de inmediato se convirtió en blanco del ataque de la clase patronal, ante la amenaza que representa para sus intereses que el pueblo se eduque y entienda su realidad; esto repercutió en el abandono oficial, en el regateo de los recursos indispensables para sostener al subsistema.

Una vez más se demostró que en una sociedad clasista la educación de las mayorías no es un asunto prioritario para el Estado.

Casi un siglo después de esos primeros intentos por atender esta urgente necesidad de la población mexicana, las autoridades educativas apenas se disponen a tomar cartas en el asunto de la educación normal y reconocen el rezago y el abandono en que ha permanecido la formación de profesores; pero su plan de ataque hasta el momento es declamatorio, más promesas que hechos, incluyendo medidas tan discutibles como su “preocupación” por fomentar la enseñanza del inglés, idioma de los inversionistas, dejando a un lado la preparación humanista de los futuros docentes y su conocimiento de las ciencias sociales; por otra parte, el apoyo material que se ofrece para la formación de pedagogos no corresponde a las necesidades reales, que lo rebasan con mucho y por lo tanto no puede ser la solución del problema.

Con el reconocimiento del problema se ha dado, sin embargo, el primer paso; pero el segundo, eliminar en los hechos el rezago y el abandono, otorgando los recursos presupuestales suficientes a la educación normal, todavía se ve muy lejano.