14 de agosto de 2018 - 13:00 pm

La serie de Trotsky y el conservadurismo

Por La Crónica de Chihuahua

Por Marco A. Rivera/
Buzos de la Noticia/
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El canal 22 de México proyectó, dentro del ciclo series estelares, la mini serie “Trotsky: el rostro de una revolución”, del director ruso Alexander Kott; esta mega producción estuvo a cargo de Sedra Producciones junto al canal estatal del gobierno ruso, Channel One de Rusia. El drama se presentó en el marco de la conmemoración de los 100 años de la Revolución. Aunque es incuestionable la herencia positiva que tuvo la Unión Soviética en este país transcontinental, el tema de la Revolución es aún punto de controversia. Con todo, el aniversario no pudo pasar desapercibido. La figura central de este suceso de alcance mundial es, sin lugar a dudas, Lenin; mas proyectar su vida podría ser muy delicado: mucha gente en Rusia admira a este líder bolchevique. De hecho, el propio productor confesó al periódico The Guardian que “inicialmente había querido hacer una película biográfica de Lenin para el aniversario, pero la vida de Lenin está tan imbuida en argumentos filosóficos y polémicas escritas con otros pensadores marxistas, que sería un tema seco para un drama de alto presupuesto”. Lo que no quiso saber el productor es que Trotsky no era un personaje “menos libresco”. La obra de Trotsky es vasta, desde escritos militares hasta de apreciación estética; aunque su obra más conocida se centró en la “Revolución permanente”; en ella, se oponía a los argumentos de la teoría de la revolución por estadios que defendían Bujarin y el propio Stalin. Por eso, en la URSS, el nombre de Trotsky fue silenciado.

La figura de Trotsky era una imagen atractiva para conmemorar y vender, pues era una figura central, pero menos controvertible. "Trotsky es una verdadera estrella del rock and roll, y durante toda su vida, no solo durante la Revolución de Octubre", dijo Konstantin Ernst, que fue productor en el programa. Y desde esta óptica creó al personaje: vemos a un Trotsky con una chaqueta de cuero negro hasta el suelo, que camina de un lado a otro en un vagón de su tren blindado con una pistola en la mano. Una mujer muy maquillada que fuma un cigarrillo y lee poesía, luego se desnuda de repente, y la revolucionaria bolchevique se funde en él, en un abrazo. Las imágenes de la carne retorciéndose y el sonido de la música chocando acompañan imágenes del tren que se precipita sobre el nevado paisaje ruso, extendiendo el espíritu de la revolución a las masas. O sea, un Trotsky al estilo cyberpunk, con un perfil más asequible al público joven.

Es una presentación de su vida no cronológica, sino episódica, dejà vus, saltos del futuro al presente, de la realidad a la alucinación; esta manera de presentarlo, le añade dramatismo y dinamismo. La producción es de alta talla y las actuaciones están a la altura. Pero por el afán televisivo, se exageran las escenas sexuales y de violencia explícita; además de exaltar los aspectos psicológicos del personaje. Al punto de mostrarlo como un hombre trastornado que, en su senectud, vive una pesadilla angustiante por su participación en la Revolución, con recuerdos colmados de remordimientos que rayan en el arrepentimiento al darse cuenta que en el fondo no fue más que un sanguinario movido por la venganza y el protagonismo egocéntrico. El guion sugiere, inclusive, que su asesinato, ocurrido en México el 21 de agosto de 1940, fue un suceso ansiado por el otrora líder del sóviet de San Petersburgo.

Y aunque hay escenas donde se proyecta su valentía y vocación por la justicia social, el director prioriza en mostrar cómo sus ideales se fueron torciendo hacia la dictadura. “Cuando estábamos trabajando en el guión, leí tanta información desagradable sobre Trotsky que quería después tomar una ducha ", dijo Alexander Tsekalo, el coproductor del programa. "Los descendientes de Trotsky hoy son terroristas, extremistas y antiglobalización". Un argumento, por cierto, muy común en los ataques a los líderes comunistas en el mundo. El peligro y lo indeseable de las revoluciones es un mensaje clave del Kremlin y, por tanto, de su televisión estatal; recargando las tintas en Trotsky, la serie pretende anteponer el terror y la violencia que generó la Revolución de Octubre y no sus ingentes ventajas a la clase obrera. La televisora estatal, en voz de uno de sus productores, dijo: “(Trotsky) es el revolucionario arquetipo del siglo XX. Pero la gente no debería pensar que si Trotsky hubiera ganado y no Stalin, las cosas hubieran sido mejores, porque no lo hubieran sido”, dicho en otras palabras, los trabajadores nunca deben tomar el poder, sea quien sea su líder, porque el comunismo siempre termina en desastre y dictadura.

En este mismo sentido, la serie resalta, casi al final, a Ivan Ilyin, un hegeliano de derecha, expulsado de Rusia por Lenin, en 1922, un intelectual conservador, eslavófilo y monarquista. Un escritor que es de las simpatías más ostensibles del actual presidente de Rusia, al grado de que él mismo, en 2005, encabezó la repatriación de sus restos. Y ante este mensaje claro, es conveniente recordar que, aunque el gobierno ruso representa un contrapeso geopolítico enorme ante el avance insaciable del imperialismo, no estamos ante un gobierno plenamente revolucionario, su visión sobre la Revolución Rusa parece confirmarlo de forma palmaria.