A propósito de la “Nueva Jerusalén”

Articulo de Omar Carreón Abud


A propósito de la “Nueva Jerusalén”

La Crónica de Chihuahua
Septiembre de 2012, 16:09 pm

Recuerdo ahora dos grandiosos monumentos a la tolerancia. Dos escritores humanistas, preocupados por el fanatismo y sus destructivas consecuencias, dedicaron muchos años de trabajo y escribieron, uno, el más antiguo, el alemán Gotthold Ephraim Lessing, un drama inmortal que lleva por título, “Nathan el Sabio” y el otro, un poco menos antiguo, el francés Honoré de Balzac, una obra que forma parte de la Comedia Humana pero que ella sola hubiera bastado para hacer de su autor uno de los más importantes escritores de la historia, “La misa del ateo”.

Castigado Lessing por una polémica con un señor que defendía la inspiración divina en la Biblia, contestó con “Nathan el Sabio”. En esta obra confluyen tres personajes en medio de la tercera cruzada, el ya dicho Nathan, quien es un judío adinerado, un joven cristiano de la Orden del Templo y el poderoso mahometano Saladino, quien necesita del judío un importante préstamo. Tratando de presionar al judío para que otorgue el crédito, Saladino le lanza una pregunta provocadora “¿cuál es la creencia, cuál es la ley que te parece mejor?”, ¿cuál de las tres grandes religiones, la judía, la cristiana o la islamista, es la verdadera?, quiso decir Saladino. Nathan contestó con la célebre parábola de los anillos en la que un padre hereda a su mejor hijo un anillo que tiene el poder de hacer querido de Dios y de los hombres a quien lo tiene, después de varias generaciones de hacer lo mismo con la joya, se llega a un padre que tiene tres hijos a quienes no quiere ofender entregándola a solo uno de ellos y decide mandar hacer tres anillos idénticos, los hijos disputan la autenticidad de los mismos y un sabio juez resuelve el diferendo diciéndoles que lo que tienen que hacer es demostrar en los hechos, es decir, haciéndose amar de Dios y de los hombres, el poder que les ha conferido la prenda que ostentan. Así contestó Nathan a la pregunta de Saladino.

Balzac, que escribía también en el fragor de las luchas de la burguesía por la igualdad y por hacerse del poder político, narró la historia del médico, del científico y ateo, Desplein, quien fue visto por un pupilo que lo estimaba mucho, atendiendo a una misa. Preguntado por la razón de ello ya que se le conocía como hombre congruente a toda prueba, confesó que se trataba de un íntimo homenaje a un pobre aguador muy creyente que lo había ayudado a terminar su carrera; el aguador nunca se lo había pedido, pero él había descubierto que temía que cuando muriera nadie rezara por el eterno descanso de su alma, así, el buen médico, aunque no creía, a cada inicio de una nueva estación del año, acudía a la iglesia y escuchaba con toda reverencia una misa que había pagado de su peculio.

Todavía seguimos esperando que los sueños de Lessing y de Balzac se hagan realidad. He recordado sus historias a propósito de lo que sucede en “La Ermita”, en el municipio de Turicato en donde se ha asentado una secta religiosa que se hace llamar “La Nueva Jerusalén” en donde priva la intolerancia y la represión abierta. En las últimas semanas, ha ocupado importantes espacios en periódicos y noticieros y ha saltado a la fama nacional porque se ha sabido que los integrantes de ese grupo fanático destruyeron a marrazos una escuela ya que se oponen a que se imparta la educación laica que por obligación imparte el estado y exigen que los niños de la comunidad sólo reciban la educación religiosa que ellos proporcionan.

Esta comunidad significa un peligro para la educación de los niños, pero no solamente, representa un peligro para el estado de derecho que debe privar en nuestro país, un peligro para la libertad de comprar y vender fuerza de trabajo, de comprar y vender materias primas, de comprar y vender mercancías terminadas y de instalar, concentrar y centralizar el capital. Aunque pequeño todavía, como mal ejemplo, la “Nueva Jerusalén” es una grave amenaza para las necesidades de funcionamiento del sistema y hasta para la armonía y las paz sociales. Es, pues, una especie, de tumor social y por ello se le ha atacado tanto y de casi todos los flancos.

Pero no sería correcto ni respetuoso para con el lector que acude a estas páginas esperando un análisis más completo, limitarse a llamar, a exigir a la autoridad que actúe de inmediato y haga valer el estado de derecho. Cabe preguntarse antes ¿esa pústula social aparece de repente y, sobre todo, surge en un organismo limpio, vigoroso y sano? La respuesta, mi respuesta, es un rotundo no. ¿No estamos saturados de vampiros, aparecidos, fantasmas y ángeles, de supersticiones y seres invencibles que salvan al mundo con un soplido? ¿No es ese el cine de hoy, no es esa la televisión? ¿No estamos llenos de historias en las que los jóvenes y guapos protagonistas se hacen ricos de la noche a la mañana casándose o heredando? ¿No estamos en los últimos lugares en educación y ciencia? ¿Qué esperábamos en Turicato? ¿Qué esperamos en otros lugares del país?

¿No vivimos sumergidos en un mundo en el que se ha institucionalizado la exclusión, en el que una exigua minoría lo tiene todo y la inmensa mayoría de la población no tiene nada? El estado no tiene recursos ni en Estados Unidos ni en España ni en México, pero los más ricos y poderosos no pagan impuestos y sólo unos cuantos se curan y pueden mandar a sus hijos a la universidad; sólo unos privilegiados tienen registros sindicales y sólo unos cuantos tienen acceso a las candidaturas porque los partidos las monopolizan. En este país y, ahora en particular en San Luis Potosí, se sataniza a quienes ejercen el derecho constitucional a manifestarse y un solo individuo les niega a cientos de miles el derecho a disfrutar de obras y servicios. ¿Tienen, pues, de quién aprender los fanáticos de la Nueva Jerusalén? Estamos muy lejos de la tolerancia y la equidad que soñaron Lessing, Balzac y otros ilustrados y, en ese sentido, la “Nueva Jerusalén”, es sólo uno de las muchas llagas que nos aquejan y, seguro, no es una de las más graves y peligrosas.