Acequia madre, tradición de más de tres siglos en el Valle

** Es una costumbre que cada comunidad nombre a su respectivo aguador; es un mecanismo que sigue vigente después de más de trescientos años en Valle de Allende.


Acequia madre, tradición de más de tres siglos en el Valle

La Crónica de Chihuahua
Enero de 2011, 20:35 pm

Por Froilán Meza Rivera

Valle de Allende, Chih.- La Acequia Madre de Valle de Allende, escondida para el turismo porque corre por debajo del nivel del suelo, y escondida también para la mayor parte de la población, es una obra hidráulica del Siglo XVII que tiene derivaciones a las huertas y casas, con túneles, compuertas de piedra y bóvedas perdidas en la penumbra.

Además de surtir de agua a algunas de las huertas de esta cabecera municipal, la Acequia Madre conduce el líquido a los poblados de San Miguel y San Antonio.

En una situación que se antoja increíble, en el presente siglo subsiste la organización comunal que desde siempre ha operado y ha dado mantenimiento a esta red.

En los días actuales, como hace tres siglos, los usuarios designan un "aguador" para que manipule las compuertas ("portañuelas", les llaman aquí) en el tramo de Allende y de esta manera asegure que, por las tardes, fluya el agua hacia los poblados aledaños. Igual que antaño.

El "aguador" pasa a las cinco de la tarde en un recorrido que inicia por el rumbo del río, en seguimiento del agua que los valleros hacen subir de la Presa del Rosario.

Es una costumbre que cada comunidad nombre a su respectivo "aguador", para un período que se fija entre todos los usuarios; es un mecanismo que sigue vigente después de más de trescientos años.

Se supone que el "aguador" tenía libre entrada a todas las propiedades que atraviesa la corriente subterránea, y son muy conocidos por los pobladores los pasillitos estrechos que se dejaron a un costado de la Acequia, precisamente para que se desplace el cuidador del agua. Su función era -y es- bajar las portañuelas para cortar el suministro a las huertas adyacentes, y poder enriquecer el caudal de la Acequia para surtir a los otros sectores.

En un viaje por demás interesante, la visita a los patios y traspatios de las casonas, es toda una revelación. Las casas de la calle Cuauhtémoc, por ejemplo, tienen las huertas atrás, separadas de la propiedad habitada por altas bardas, y se llega a ellas por puertas y rejas que las comunican con los patios. Pero a su vez, las huertas están intercomunicadas por un pasaje que transcurre al lado de una pequeña acequia derivadora que se desprende de la Acequia Madre.

El paisaje aquí está pleno de misterios porque igual se encuentra uno con bóvedas tapiadas por encima de la Acequia, que escalones de cantera peligrosamente sueltos que, de permitir que alguien caiga en el agua, lo enfrentaría tal vez con una muerte espantosa, atorado o ahogado en un lugar donde las sombras añaden un ingrediente de terror.

Pero igualmente, la visita a las huertas permite admirar la mezcla de lo natural en el crecimiento gigante de los nogales añosos, lo mismo que el ingenio del hombre en el diseño de una obra de ingeniería hidráulica que cumple su cometido perfectamente a pesar de los siglos transcurridos.
(Enero 3, 2011)