Crónicas de mi tierra, Chihuahua (X)

DESCUBREN ALDEA DE LOS INDIOS JULIMES EN EL VALLE DEL MAMUT (Fotos: Eugenio Sotelo)


Crónicas de mi tierra, Chihuahua (X)

La Crónica de Chihuahua
Julio de 2014, 11:32 am

Por Froilán Meza Rivera

Julimes, Chihuahua.- En medio del lugar que fue recientemente bautizado como El Valle del Mamut, se alza el paraje de Las Coloradas o Piedras Coloradas, que fue hogar y refugio de un grupo de indios julimes, rama del pueblo de los conchos.

Una cueva principal, tallada en la roca para ser usada como refugio, tiene a su alrededor una serie de dibujos tallados en la piedra, que son vestigios de su pasado prehispánico, y al mismo tiempo de la llegada de los españoles a estas tierras.

De los dos cerros que flanquean el arroyo, en el del Norte anida esta cueva, que el arqueólogo Arturo Guevara Sánchez, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), identificó como Julimes I. Dicha cueva, que fue descubierta por él durante una excursión, puso a Guevara Sánchez en el conocimiento del primer sitio con vestigios ciertos de un asentamiento habitacional de los indios julimes.

Los julimes son uno de los grupos que se engloban dentro del gran conjunto de los indios conchos. Los julimes, los chisos, los chuvíscares, los puliques, los tapacolmes, los chinarras, los cíbolos y otros muchos más, son nombres que designan a diferentes grupos locales de los conchos.

La cueva en Julimes I fue, sin duda, un lugar con gran atractivo para ser ocupado como habitación por los indígenas que, en grupos pequeños, se desplazaban por sierras y llanos a lo largo y ancho del estado de Chihuahua, en una existencia nómada o seminómada. Además del arroyo que ofrecía agua en temporadas, el refugio rocoso brinda, aun hoy en día, seguridad ante los elementos.

Los julimes pudieron haber encontrado además, que la cueva goza de una ubicación perfecta para otear el horizonte en busca de enemigos, así como para repeler agresiones. De la ocupación de indios julimes-conchos en tiempos de la Colonia, da testimonio la figura grabada que representa una cruz sobre un pedestal, signo inequívoco de que la Iglesia católica trató de anular la influencia de los dioses y de los ritos religiosos de los antiguos.

Hay una segunda cueva, en una lomita enfrente de la cueva principal, y que bien pudo haber albergado a una familia también, por el tamaño.

El taller

Y, en seguida de la primera cueva, los artesanos de esta etnia desaparecida de la faz de la tierra hace ya por lo menos doscientos cincuenta años, usaban un paredón rocoso que les daba sombra durante varias horas en el día, y donde trabajaban la piedra, ya que se encontraron acá numerosos fragmentos de piedra, principalmente jaspe y otros silicatos del subgrupo del cuarzo, como ágatas y calcedonias, que son producto del tallado de armas y de instrumentos de corte y punción. Aquí se fabricaron puntas de flecha, puntas de lanza, punzones, ralladores, cuchillos, cabezas de hacha; aquí o cerca de aquí, se cocieron las vasijas de barro, etcétera. De todo ello hay evidencias en la pedacería de roca y de alfarería de los julimes.

Simbología concha

Los símbolos grabados en piedra no han sido estudiados todavía por los paleógrafos, pero ya están identificados como de procedencia concha, y su origen fue ya determinado como anterior a la llegada de los conquistadores europeos al territorio de Chihuahua por el propio Guevara Sánchez.

El interior de la primera cueva tiene suficiente espacio para las actividades de una familia, incluso de una familia grande, si se le destina como dormitorio o como cocina. En Julimes I se encuentran también, afuera de la cueva, varios morteros, que son agujeros practicados en la roca por los antiguos pobladores del sitio, y que se utilizaron para moler granos alimenticios como el maíz, y muy probablemente semillas y vainas de mezquite o, también en temporadas y años buenos, las nuececitas de exquisito sabor y gran valor nutritivo de la planta de sangregrado, que no siempre las produce, más que en años de buenas lluvias en esta región.