El drama cuando los padres raptan a sus hijos tras un divorcio

Guerras entre parejas terminan con hijos privados de la presencia de alguno de sus padres.


El drama cuando los padres raptan a sus hijos tras un divorcio

La Crónica de Chihuahua
Abril de 2011, 09:24 am

En el 2010, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar registró 279 casos. Y en febrero del 2011, iban 21.

Había sido su esposa durante los últimos 20 años. ¿Cómo imaginarse que raptaría a su hijo de 4 años? Ese día pasó por el niño al colegio, como había quedado en la mañana, pero Felipe* no se había presentado.

Su esposa, la encargada de llevarlo, no contestaba el teléfono. Días atrás había regresado a pedirle perdón, después de irse de la casa, al parecer, con otro hombre. Pero, en un arrebato, sacó sus
cosas y se lo llevó sin dar aviso y sin dejar rastro.

Desde el 9 de febrero, Eduardo Fernández* y sus dos hijas, de 19 y 14 años, emprendieron la búsqueda, de más de mes y medio, para encontrar al menor de la familia. La madre había cambiado su número de celular, borrado su cuenta en Facebook, y la familia, que no estaba de acuerdo con su conducta, desconocía su paradero.

Este solo era el principio de su drama. El padre empezó un recorrido de días sin respuestas entre las oficinas de la Fiscalía, Comisaría de Familia, Policía de Infancia y Adolescencia y DAS en Bucaramanga, donde vive. Si no se encontraba con el silencio de los funcionarios, escuchaba siempre la misma respuesta: es su mamá y está en todo su derecho.

¿Tienen los padres el derecho a raptar? La defensora de familia Belén Villamizar asegura que en el Código Penal se determina como delito cuando uno de los padres sustrae al menor, violando un acuerdo de custodia, con una pena privativa de la libertad hasta de tres años.

Sin embargo, en el caso de Eduardo, el aparato estatal no se movió para buscar a su hijo, porque nunca hubo un acuerdo previo de custodia que fuera dado por alguna autoridad. Pero la experta aclara que al padre nunca se le retiró este derecho sobre el menor y, por tanto, la justicia debía haber actuado a su favor.

Adicionalmente, no puede determinarse que un padre está en ejercicio de un derecho al ocultar y apartar a su hijo del hogar, aunque tuviera la custodia previamente establecida.

Una epidemia que crece

En Colombia, durante el 2010, se registraron 279 casos de ejercicio arbitrario de la custodia ante el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar y en los primeros dos meses del 2011 iban 21.
En Estados Unidos, anualmente, 350.000 niños son raptados por alguno de sus padres. Sus rostros aparecen en las cajas de leche o en la página www.missingkids.com, del Centro Nacional para Niños Perdidos y Explotados. En 1995 se creó, en España, Child Care, fundación encargada de luchar contra la sustracción interparental de menores, como se le define internacionalmente al rapto de niños por uno de sus padres. Desde entonces han intervenido en 600 casos.

Adolfo Alonso, abogado español especializado en familia y presidente de esta fundación, vía telefónica, desde Madrid, aseguró que, además de ser considerado un delito, este acto constituye maltrato infantil.

Alonso remite al Convenio Internacional de La Haya de 1980, del que Colombia hace parte, que busca la protección de los derechos de niños en los casos en los que son trasladados de un país a otro sin consentimiento de alguno de sus progenitores.

"Las causas de esta situación varían, si el que comete el delito es el padre o la madre. Los papás se los llevan antes de que otorguen la custodia, porque tienen miedo de perderla. También es una lucha de poder y dominación sobre la mujer, y el niño se convierte en una moneda de cambio. Se le conoce como el ’efecto sígueme’, porque es la única opción que tiene una mujer para estar con su hijo, a pesar de que ya no quiera mantener una relación con el padre".

En el caso de las madres, lo hacen en reacción contra el padre, dice el experto, pues creen que si su presencia es perjudicial para ellas, lo es también para sus hijos.

La citada defensora de familia asegura que cada día en su oficina recibe a cientos de parejas que no definieron previamente temas cruciales en la crianza de sus hijos, como la religión que profesarían y terminan en conflictos que pueden llevar a que uno de los adultos oculte a su hijo.

Por eso, asegura que la gran tarea en la formación de familias empieza por la creación de parejas sólidas, basadas en el respeto y la buena comunicación.

Para Nidian Rocío Fonseca, del área de desarrollo personal y de familia de Compensar, la pareja debe empezar por establecer si quiere tener hijos, definir cómo formarlos y estar de acuerdo con las pautas de crianza.

Para elegir bien a la persona con la que se establecerá un hogar, la especialista aconseja plantearse preguntas sobre su formación cultural, social, su educación. "Más allá del enamoramiento y de la atracción, hay que observar qué tipo de empatía existe, si es una persona solidaria que piensa no solo en sus intereses. Es importante ver cómo maneja los conflictos. No se puede perder de vista la relación con su familia, de dónde viene, porque más adelante todos los aspectos pueden volverse una ventaja o un obstáculo". Y cuando un ser humano se convierte en padre, los intereses de los hijos priman sobre los propios, señala Fonseca.

A esto se refiere Villamizar cuando menciona las guerras de los padres, en las cuales sus hijos son las víctimas, pues terminan en medio de ataques, se convierten en razoneros o son alienados en contra de alguno de sus progenitores, como consecuencia de la influencia del otro.

Entonces, la persona con la que deseaba pasar el resto de sus días se convierte, de repente, en su verdugo, como lo fue la mujer con la que Eduardo compartió 20 años de su vida, le dio tres hijos y ahora, le ocultaba a Felipe, sin derecho a saber de su paradero.

Un mes después de la desaparición recibió un correo electrónico:
"Quiero que sepas que el niño está bien". Y de nuevo vinieron días angustia y silencio, en los que cerraba su negocio y se dedicaba a buscar a su hijo sin la ayuda de las autoridades.

Y aunque se diga que la mamá está en su derecho, en los niños como Felipe, que son ocultados por alguno de sus padres, esta experiencia "puede causar un gran número de trastornos, como enuresis nocturna (orinarse en la cama), insomnio, afecto o dependencia excesiva, temor a las ventanas y puertas, y pánico. Hasta en los niños más crecidos puede producir pesar y furia", dicen los investigadores G. Greif y R. Hegar en su libro Cuando los padres son los secuestradores. Mientras que en el padre que lo busca surgen "sentimientos de cólera, pérdida, desesperación y angustia".

Felipe regresó a su casa después de seis semanas de estar separado de su papá y de sus hermanas, con quienes convivía luego de la separación de sus padres.

El divorcio se hizo oficial y la custodia fue otorgada al padre. Y aunque la situación legal quedó resuelta, Felipe y su familia asisten a terapia sicológica para borrar las huellas de miedo y ansiedad derivadas de la separación abrupta. El daño emocional ya estaba hecho.