El horror nuestro de cada día (XXVI)

VIDEOS SNUFF: LA CARNE EN LA NAVAJA


El horror nuestro de cada día (XXVI)

La Crónica de Chihuahua
Diciembre de 2010, 00:02 am

«Que otros asesinen por ti. Que otros filmen por ti. Que otros, en fin, editen, copien, empaqueten, distribuyan por ti, para ti que eres, en esencia, igual de asesino que todos los de esta cadena criminal.»

Por Froilán Meza Rivera

La hoja del voluminoso cuchillo, afilada hasta el último grado posible de afilamiento, la navaja que con sólo moverla le saca un zumbido al aire al cortarlo sutilmente, aparta la carne a los lados, con el solo contacto.

Como cecina, como filete tal vez, las tiernas carnes caen abatidas, y a su dueña le imponen una realidad a la que nunca pensó arribar. ¿Es ésta la muerte? ¿Es el abatimiento de la carne, de los músculos, esta deformación impuesta por la violencia, igual que la muerte? ¿Es peor que la muerte?

Los pensamientos de la muchacha llegan como relámpagos, y se le van sin que los pueda aprehender, porque de puro dolor, no piensa. Sufre, grita, se desgarra ella conforme la desgarran sus verdugos.

En la pantalla, aquella mujer, joven y delicada, podría ser bella si se fijara uno bien, ya que las muecas de terrible dolor deforman su cara. Su boca se abre en gritos inverosímiles, tan horrible se vuelve ella con tanto sufrimiento.

Sientes que la navaja te abre a ti: llegas a experimentar el dolor que, como espectador, te debería ser ajeno, pero no. Sientes que te están abriendo el abdomen y que te sacan y exponen al aire el estómago y los intestinos, y los ves latir en la pantalla como si te latieran a ti afuera de tu propio abdomen. Ves chorros de sangre pequeñitos que surgen al abrirse microscópicas arterias con el maltrato de los órganos. Arrima la cámara el camarógrafo, y uno de esos pequeños surtidores mancha la pantalla, y es como si te mancharan el rostro.

¡Que apaguen el sonido! ¡que apaguen el sonido!, llegas a exigir, doliente tú del dolor ajeno que sólo presencias en video. Pero la mujer se desgañita, se desgarra la garganta, el pecho se le revienta de este otro dolor que le arrancan sus gritos que no cesan.

La tortura es interminable.

¿Qué es un video snuff? ¿Es una película barata llena de maravillosos y carísimos efectos especiales que, si así lo fueran, serían la envidia de filmes de presupuestos millonarios en dólares?

No. Un video snuff es una realidad.

Una realidad violenta e inhumana, pero realidad al fin. Quienes compran una copia de una de estas “obras” de horror, compran sus propios anhelos homicidas y criminales a bajo precio. Que otros asesinen por ti. Que otros filmen por ti. Que otros, en fin, editen, copien, empaqueten, distribuyan por ti, para ti que eres, en esencia, igual de asesino que todos los de esta cadena criminal.

¿Qué fue de la muchacha? Te preguntas tú, en un intento último de sentir conmiseración por la víctima. “Debe ser pura ficción, puros efectos especiales”, razonas, engañándote, en un último intento por aferrarte a algo que te haga parecer humano.

¿Qué fue de la muchacha? Tú mismo presencias con todo detalle, sin cortes de cámara, en una misma escena sin interrupciones, cómo a la infeliz ensangrentada, desgreñada, deforme por el dolor, le cortan en capas delgaditas, primero un seno y la nariz, y en seguida, el otro seno, y cómo le revientan el ojo derecho. Y llegas a conocer cómo es reventarle el ojo a alguien, algo que en ninguna otra parte te pueden enseñar.

Tú eres testigo presencial de cómo aquel cuerpo, sostenido del techo de alguna cueva con cadenas, es destrozado, destazado hasta conferirle, sin que haya exageración alguna en la descripción, la categoría de carne molida.

Hasta el último segundo, ella estuvo viva, gracias a la maestría del carnicero, del matancero cruel, que no tocó órgano vital alguno durante media hora del horror más inimaginable.

“¿Tendrán perdón estos miserables asesinos?”, te preguntas.

¿Tendrás perdón tú, que pagas por estas porquerías?, debería ser tu pregunta.