El problema de la economía no es sólo la producción

Por Abel Pérez Zamoranol


El problema de la economía no es sólo la producción

La Crónica de Chihuahua
Febrero de 2016, 11:08 am

(Abel Pérez Zamorano es un chihuahuense nacido en Témoris, Doctor en Desarrollo Económico por la London School of Economics, miembro del Sistema Nacional de Investigadores y profesor-investigador en la División de Ciencias Económico-administrativas de la Universidad Autónoma Chapingo.)

En la corriente económica en boga y en la enseñanza de la Economía se pone especial énfasis en preparar a los estudiantes para que aprendan a producir; centro de atención son conceptos como eficiencia productiva, optimizar y ahorrar recursos, la movilidad sin taxativas de los factores de la producción; mucho énfasis se pone en el costo de oportunidad incurrido al asignar un recurso a un uso menos rentable; sagrado es el principio de just in time, que asegura a las empresas la dotación de insumos en la cantidad exacta en el momento y en el lugar precisos, de modo que jamás haya exceso ni carencia.

En resumen, impera una rigurosa exigencia de empleo eficiente de los medios, a diferencia de sociedades anteriores donde el tiempo de producción y los medios empleados tenían menos importancia. Más aún. En carreras técnicas, como Agronomía, se machaca en la mente del estudiante que el problema, prácticamente único, es producir, y que todo lo demás vendrá en automático.

En la jerga económica esta tesis se llama teoría de la filtración (trickle down), que postula como la cuestión fundamental producir, lo más posible, luego de lo cual, como natural consecuencia, sobrevendrá el bienestar automático para todos.

Sospechosamente, sin embargo, de dicha “teoría” se habla cada vez menos, pues la tozuda realidad la ha rechazado, ya que mientras más se produce, más se acumula la riqueza en grandes fortunas y, consecuentemente, la pobreza aumenta.

Cabe advertir que, obviamente, la eficiencia productiva es no sólo importante, sino vital. Una economía ineficiente colapsa, como ocurrió en la Unión Soviética, o como sucede en los tiempos que corren en Estados Unidos, cuyo estancamiento económico se traduce en un agotamiento político a escala global y en ahondamiento de contradicciones internas, como muestra hoy un sector importante de su población que busca una salida a su cada vez más precaria situación atraída en medida creciente por discursos “antisistema” y de retórica socialista, como los del demócrata Bernie Sanders.

Esta relación entre solidez económica y vigor político se ve probada también, pero en sentido positivo, por el vertiginoso ascenso de China en la política mundial merced a su formidable consolidación económica que le sirve de base.

Pero producir bien es sólo la mitad del problema. La otra radica en la distribución: es decir, para quién se produce, quién se apropiará de lo creado, y precisamente este aspecto es soslayado tendenciosamente por la mayoría de los profesores y se minusvalora en los cursos como tema políticamente incorrecto, sobre todo en las escuelas de Economía más “famosas” y ligadas al statu quo; ahí la distribución es un tabú, algo de lo que no debe hablarse, so pena de parecer académico de segunda.

Se considera “grilla” investigar y, peor aún, cuestionar la terrible acumulación y el crecimiento de la masa de pobres, temas impropios de la academia respetable.

Pero no por ignorarlo el problema desaparece. Sigue ahí, y cada vez más amenazante, y el autismo de las clases pudientes, sus gobernantes y economistas sólo agrava una tendencia que no presagia más que tempestades, pues cada día se abre más la brecha del ingreso, más bien un abismo, como ocurre en nuestro país.

Por el producto interno bruto anual, aunque ciertamente limitado, de todas formas nuestra economía aparece entre los lugares 12 y 14 entre todas las naciones, y si consideramos que en el mundo hay alrededor de 194 países (Organización de las Naciones Unidas), ello significa que sólo 11 o 13 de ellos generan más riqueza que México; somos, pues, un país muy rico, y sin embargo, de acuerdo con cifras oficiales el número de pobres aumenta en un millón por año, y según estudios independientes como los del doctor Julio Boltvínik, los pobres suman ya más de 100 millones, en un país de alrededor de 120 millones de habitantes.

En definitiva, pese a la ingente producción de riqueza, la tan traída y llevada filtración no ha pasado de ser una añagaza, pues no se ve por ningún lado, sencillamente porque la elite del poder concentra lo producido: aquí tenemos al hombre más rico del mundo rodeado de un mar de pobreza.

A escala mundial, en enero pasado la Oxfam publicó el reporte “Una economía al servicio del 1%”, donde muestra cómo desde 2010 la riqueza en manos de la mitad más pobre de la población se redujo en un billón de dólares (38 por ciento); en contraparte, la fortuna total de las 62 personas más ricas del mundo aumentó en 500 mil millones de dólares (44 por ciento).

El ingreso diario promedio del 10 por ciento más pobre aumentó en menos de un centavo al año. En 2010 eran 88 personas las que tenían una riqueza igual a la de la mitad de la población mundial: hoy sólo 62 tienen ese récord.

Para dimensionar esta barbaridad, considérese que actualmente en el mundo hay siete mil 300 millones de personas, así que la fortuna de los 62 multimillonarios equivale a lo que poseen tres mil 650 millones de seres humanos.

Como síntesis, Oxfam informa que uno por ciento de la población mundial posee una riqueza igual a la que tiene el 99 por ciento restante. A estos excesos ha llevado la desaforada acumulación que caracteriza a toda economía capitalista, y que en los últimos tiempos ha cobrado una fuerza inusitada.

Es decir, su gran capacidad productiva está irremisiblemente asociada con su desenfrenada propensión a acumular. Ante esto podemos constatar cómo la escasez no es el principal problema; hay abundancia de riqueza, pero no se distribuye.

Mas todo fenómeno trae aparejada una contradicción, y tales excesos no sólo generan un inmoral empobrecimiento masivo, sino consecuencias prácticas que a la postre frenarán la economía de mercado.

El capital está creando una situación caracterizada por una gran capacidad de producir, y a la par cada día menos consumidores; más mercancías, pero menos accesibles a las grandes masas.

Pero no parece muy probable que estas últimas acepten mansamente su suerte de cordero del sacrificio, por mucho que se pretenda contenerlas y apaciguarlas con distractores mediáticos, represalias y granaderos. Tarde o temprano terminan por reaccionar, de una u otra forma.

En este contexto es que puede apreciarse en toda su gravedad y significado que la Economía, y todas las ciencias, se hayan puesto al servicio del capital, y que las escuelas sean un mecanismo de reproducción de este sistema que forma profesionistas comprometidos sólo con las empresas, pero con mucha frecuencia insensibles a la suerte de los trabajadores y la sociedad en su conjunto, víctimas finales de este orden de cosas.