El problema de ser estudiante indígena

Articulo de Jesús García Gurrola


El problema de ser estudiante indígena

La Crónica de Chihuahua
Marzo de 2015, 19:01 pm

Llegar a estudiar a la capital del estado o a algún otro lugar, fuera de la zona indígena, significa una nueva etapa y muchos retos. No solo es inscribirse a una escuela y asistir a clases todos los días, como lo hace usualmente la mayoría de los jóvenes que viven con sus familias en la ciudad. La vida de un estudiante indígena es de muchos sacrificios. Prácticamente todo nuevo: la cultura, la educación, el idioma, infraestructura, nuevos rostros, nuevas formas de vida, la economía, discriminación y demás. Es igual o un poco peor que el caso de aquellos mexicanos que se van a Estados Unidos, en busca de una vida mejor.

Estamos en una época donde se habla mucho del respeto, de la igualdad, de los derechos humanos (derecho a la educación, salud, vivienda digna, derechos indígenas, etc.) y que cuando leemos nuestra Constitución sentimos que estamos leyendo una novela o viendo una película, donde todo es color de rosa y que cuando volvemos a aterrizar y volteamos a nuestros alrededores vemos que lo que existe es todo lo contrario: delincuencia, corrupción, pobreza, falta de oportunidades, discriminación, desigualdad social, pueblos fantasmas porque sus pobladores se han ido a EU, falta de servicios básicos como salud, agua potable, drenaje, luz, etc. En fin, vivimos en una época dónde la brecha que marca entre ricos y pobres cada vez es más grande, donde el poder económico se ha concentrado en manos de un grupo muy reducido de ricos y el poder adquisitivo de los mexicanos ha caído en un 70 por ciento, etc., y entre todo ello y demás, el indígena tiene que luchar en contracorriente por superarse y tener una carrera.

Y si hablamos del norte del país, donde reina todavía aún más el racismo, que es uno de los factores que más influyen en la sociedad indígena, las cosas están un poco peor; y si nos referimos concretamente a Durango, la situación no cambia mucho. Existe una educación discriminatoria o racista muy arraigada en la población mestiza, en las familias y en las universidades. Da mucho disgusto ver a jovencitos burlándose a carcajadas de una señora indígena que no sabe cruzar la calle; o en las universidades escuchar a maestros decir “pobres inditos ¿qué pueden hacer?”; o decirle a los campesinos o estudiantes que su situación de pobreza es producto de su flojera; o decirles borrachos, mugrosos, o que queman a mujeres y niñas, etc.

Esta psicología, aunada a las acciones de grupos de poder, incluso del gobierno, contra estudiantes indígenas (como el caso de los jóvenes de la Casa del Estudiante Francisco Villa, que han sufrido una serie de actos de desprestigio a través de algunos medios de comunicación), surte un efecto muy eficaz: la baja autoestima. De ahí que los jóvenes opten por creer que no pueden progresar y que valen menos que los demás. Lo anterior me ha inspirado a opinar y dar mi punto de vista. Ser indígena no es sinónimo de retraso mental, o de algo que tenga que ver con incapacidad para hacer las cosas que otros pueden hacer. Ser indígena significa ser mexicano, igual o más que cualquier otro, y por ende con todos los derechos (y claro, obligaciones) que los demás. Jurídicamente, todos los que nacemos en el interior de la república (padres mexicanos), valemos lo mismo que cualquier otro nacido aquí, sin importar raza, religión, situación económica, educación, etc. Por ello, mi opinión va en el sentido de que el estudiante indígena también tiene derecho a estudiar en las mejores universidades públicas y/o privadas, y que si a alguien no le gusta, decirle que no es cuestión de gustos.