El suicidio de un jubilado por la crisis sacude a Grecia

El hombre, de 77 años y endeudado, se mató de un disparo ante el Parlamento


El suicidio de un jubilado por la crisis sacude a Grecia

La Crónica de Chihuahua
Abril de 2012, 12:00 pm

Soy jubilado. No puedo vivir en estas condiciones. Me niego a buscar comida en la basura. Por eso he decidido poner fin a mi vida”, decía el mensaje que llevaba en un bolsillo. El hombre, de 77 años, un farmacéutico retirado al que se le comían las deudas, se pegó un tiro y murió a escasos metros del Parlamento poco antes de las nueve de la mañana de hoy, en plena hora punta en el kilómetro cero ateniense. Fue un suicidio público que ha desatado una ola de cólera, dolor y reconocimiento: tuvo un final por el que cada vez más ciudadanos optan en una Grecia asfixiada por los recortes. La nota del suicida hacía responsable al Gobierno griego de “aniquilar cualquier esperanza de supervivencia” con sus medidas de ajuste.

Si bien los suicidios han aumentado en un 40% desde el inicio de la crisis, según datos de junio de 2011 del Ministerio de Sanidad, nadie podía dar crédito a esta muerte en directo –en Grecia el suicidio sigue siendo un tabú-, aunque todos comprendían sus razones. “La gente está pasando hambre”, decía una mujer, también jubilada, en el semáforo contiguo al lugar del suicidio; “conozco familias que no tienen dinero ni siquiera para comprar leche para sus hijos”. Día tras día, los periódicos se hacen eco, brevemente y como de pasada, de decesos de “pequeños empresarios arruinados” que, casualmente –nunca se cita el suicidio como causa, siquiera como pista-, se caen por el balcón o por un barranco, o mueren “en un desdichado accidente” (amplia gama de posibilidades, de la sobredosis al corte de venas). La Iglesia ortodoxa sigue negándose a enterrar en sagrado a los suicidas, de ahí el velo de silencio que aún se cierne sobre estos hechos. Una censura que la muerte en directo de hoy podría quebrar.

El movimiento de los aganaktismeni (indignados), prácticamente desinflado desde el verano pasado, ha enarbolado el suceso como nueva bandera, pero la convocatoria de una concentración ante el Parlamento, esta tarde –bajo el lema “no nos acostumbremos a estas muertes”-, apenas si ha conseguido aumentar el clamor que recorre la opinión pública. Los políticos –sobre todo los que se oponen a los rescates y los planes de ajuste- no pudieron por menos de aprovechar el impacto: “Cuando la gente empieza a suicidarse en Sintagma, es el final, la cohesión social ha estallado”, ha dicho Yorgos Karatzaferis, líder del ultra Laos (cuarta fuerza en el Parlamento). Antonis Samarás, previsible primer ministro tras las próximas elecciones, se declaró “devastado” por la noticia, mientras el líder socialista, Evánguelos Venizelos, argumentó que el suceso era tan monstruoso que “hacía irrelevante y vano cualquier comentario político”.

El presidente de la unión de farmacéuticos -una de las profesiones, por cierto, que serán liberalizadas en el marco de los planes de ajuste- abundó en la nota de suicidio del jubilado: "Hay un instigador moral en esta muerte, el Gobierno ha llevado a la gente a esta desesperación". Desde comienzos de 2010, los jubilados han visto recortadas sus pensiones de media un 15%; las superiores a 1.200 euros han sufrido un recorte adicional del 20%.

El lugar donde el jubilado se suicidó se ha convertido en un improvisado altar lleno de flores, velas y mensajes. “¿Quién será el próximo?” podía leerse en uno de ellos. Pregunta de fácil respuesta: solo la suma de las cifras de paro (el 21%, más del 50% entre los jóvenes) y el sentimiento de humillación nacional avienta por sí sola sombríos pronósticos. “No quiero dejar deudas a mis hijos”, fueron las últimas palabras del hombre.