En ruinas, El Largo, el ejido más grande del país

** Al Largo Maderal, en Madera, se lo comió la corrupción y el bosque está desapareciendo, talado al extremo. **Campea la riqueza en un ejido de 364 mil hectáreas de bosque de coníferas.


En ruinas, El Largo, el ejido más grande del país

La Crónica de Chihuahua
Diciembre de 2010, 15:32 pm

Por Froilán Meza Rivera

Madera, Chihuahua.- Tres generaciones de trabajadores forestales, y va la cuarta en camino... pareciera que la miseria es hereditaria en el Ejido El Largo, donde la familia Suárez ha sido pilar y origen.

Las carencias se repiten y reproducen, porque las condiciones de los campesinos pobres es la misma en esencia que hace setenta años. Los nietos y bisnietos, hoy, carecen de servicio médico de calidad, sus expectativas de progreso social se limitan al entorno de un pueblo deprimido económica y anímicamente.

El fantasma de la extinción del bosque amenaza a los lugareños de ahora con expulsarlos de la tierra, para completar un ciclo en la espiral de la pobreza.

Esta historia familiar comenzó a principios de la década de los treinta del siglo pasado, cuando el niño Miguel Suárez Tapia fue arrancado de su natal Ocampo por causa de la pobreza. Su madre, Bárbara Tapia y parientes de ella, porque el padre, Benito Suárez, ya no estaba con ellos, se vinieron a esta sierra a trabajar en el aserradero más importante de entonces, El Colorado.

Del Colorado hoy ni siquiera quedan ruinas.

GENERACIONES DE MISERIA

El propio Miguel, quien no se acuerda de su edad pero que, según cálculos, anda en los 85 años, refiere, en medio de las nieblas del olvido, que él empezó a trabajar en el bosque como a los siete años. Que antes de que tuviera fuerzas para trabajar, su madre lo retenía con ella en los campamentos en los que transcurrió su tierna infancia. Ella cocinaba para los hombres, para sus tíos, y ellos cortaban pinos con la fuerza de sus brazos empuñando aquellos tremendos serruchos que había antes de que llegaran las motosierras.

Niño trabajador que se hizo hombre a punta de trabajos duros y de dejar la salud en la madera que entregaba él a la riqueza de la nación, Miguel se hizo ejidatario de El Largo en cuanto fue emitido el decreto por el ex presidente Luis Echeverría, en 1971. Pero antes perteneció a uno de aquellos grupos de campesinos, peones madereros miserables que solicitaban al gobierno les dotara de tierra para subsistir. Y cuando vino la resolución, el decreto juntó a varios grupos en un solo núcleo, para dar nacimiento al ejido más grande y más injusto del país.

Ya como ejidatario, Miguel Suárez Tapia se subordinó a la voluntad de su gobernante, el presidente del Comisariado Ejidal en turno, y con su trabajo apuntaló a una nueva casta de capitalistas que hoy en día controlan la economía del municipio completo de Madera, que pone presidentes municipales y que es dueña del ejido, sin serlo formalmente.

Don Miguel tuvo cuatro hijos: Bárbara, hoy de 43 años, Rosa Emma de 41, Lidia de 40 y Lupe, quien si viviera tendría hoy unos 48 años. Está enfermo el hombre de diabetes, está pensionado con una pensión mísera de algo más de mil pesos al mes que para poco les sirven a todos los pensionados de El Largo, a estos viejitos que dejaron su vida y sus pulmones en el trabajo y que hoy viven casi de milagro. A don Miguelito se le va la vista por días, y por días se recluye en el rincón de su cama en la casa donde lo cuida su hija Lidia.

Tiene el anciano 32 nietos y 6 bisnietos, quienes recibieron la estafeta de sus padres, y éstos a su vez la recibieron del patriarca. Leñador, maderero, peón del bosque, ejidatario miserable él, su descendencia depende del bosque también, pero el bosque hoy es sólo una sombra pálida de lo que fue hace cuarenta, cincuenta, setenta años.

La espesura de rica madera que se explotaba en el antiguo aserradero de La Colorada, cuando el niño Miguel hacía pininos en el corte, es hoy sólo un recuerdo. Ahora se explota menos el bosque, porque cada vez quedan menos áreas susceptibles de extracción. Hace apenas 15 años, la cuota anual de madera autorizada para extraer del bosque, se podía sacar de una superficie de 20 mil hectáreas. Hoy en día, se necesitan unas 400 mil hectáreas para cumplir con la misma anualidad, pero esto es imposible de cumplir, porque el ejido, el más grande del país, sólo tiene 364 mil hectáreas. Y devastadas.

EL LARGO MADERAL. UN PUEBLO DEPRIMIDO

Asombra la falta de jardines en las casas de El Largo y la región. Prácticamente a ninguna de las amas de casa en esta concentración de 50 mil habitantes de las dos secciones municipales de esta parte de la sierra, se le ha ocurrido poner flores y plantas de ornato en ese invento desconocido que se llama jardín.

“¿Y para qué van a querer jardines, si no hay agua?”, dijo un lugareño. “Aquí no se conocen las flores, ni las matas que no son del bosque”. Pero el aspecto de las viviendas es deprimente, con cercas mal hechas con desperdicios de tabletas del aserradero, cercas deformes y chimuelas que se caen a pedazos. Son raras las casitas que se ven arregladas, más bien domina la coloración gris que adquiere la madera cruda con los años. Y el color de las láminas metálicas oxidadas, y los niños pardo-grisáceos, y las gentes de mirada torcida que tienen muy poco de qué sonreír.
El Largo Maderal es un pueblo deprimido, sin lugar a dudas.

Una multitud de síntomas de la descomposición social golpea al visitante, nomás llegando: las instalaciones de la Mesa del Huracán, otrora pujantes en manos de la iniciativa privada, se encuentran casi en ruinas, igual que las ruinas de la producción industrial maderera que hubo aquí apenas hace 26 años.

Los patios ya no albergan aquellos millones de toneladas de madera gruesa, en rollo, de la que se sacaban tablas y triplay. Gracias a que el bosque ya se agotó, el principal producto que extraen los ejidatarios al moribundo monte, son unos palitos que salen de los pinos flacos y jóvenes, llamados “tutores”, y que se pagan a razón de cuatro pesos y centavos por pieza. Los empobrecidos ejidatarios del ejido más grande y rico del país, trabajan una semana en el bosque para traer, una o dos camionadas de estos tutores, y una vez repartido el importe, apenas y les queda para reponer el desgaste del vehículo, la gasolina y la comida que emplearon en estas jornadas.

PANORAMA DEPRIMENTE Y DESOLADOR

Bajando la Mesa, el panorama en el poblado de El Largo, es deprimente y desolador. “Llega uno aquí, y siente como si hubiera pegado un huracán”, dijo un amigo.
El Largo Maderal, cabecera de uno de los emporios forestales más grandes del mundo, es puras ruinas. Apenas un tramo de la calle principal fue pavimentado, mientras que el resto del poblado es tierra, casas polvorientas y dejadas de la mano de Dios. No hay drenaje. El agua es escasa, no hay parques municipales, y las mismas instalaciones de la Presidencia Seccional y del ejido, se ven -están- descuidadas.

¿Por qué? ¿Qué tipo de calamidad social precipitó a la gente, a 50 mil personas en El Largo, la Mesa del Huracán, Chihuahuita, Chuhuichupa, La Norteña, etcétera, a este estado de degradación y a la falta de perspectivas de progreso?

Hay algunas claves. Se sabe, por ejemplo, que entre el 70 y el 80 por ciento de la madera en rollo que se produce todavía en este ejido, es comprada por uno de los ejidatarios más ricos, Armando Vega, quien tiene un par de empresas que se benefician de estas transacciones comerciales. La madera de El Largo bien podría destinarse al mercado de los Estados Unidos, en virtud de que el ejido posee un “Certificado Verde”, que es una garantía de que sus productos están siendo extraídos de acuerdo a las más estrictas normas ambientales (si bien esto es más que dudoso, el hecho es que el certificado existe). Pero no, las ventas van hacia las empresas de Vega, quien se enriquece a ojos vistas y quien es dueño además de las “tableteras” (fábricas de tabletas) que hay en predios afuera del ejido.

La gasolinera, la única que hay en El Largo, es propiedad de Martín Olivas, quien fue presidente del Comisariado ejidal y de su socio... Armando Vega.

Un reclamo generalizado a la autoridad ejidal es la falta de opciones de trabajo, la ausencia de fuentes alternativas de empleo, como lo son las “tableteras” que, en lugar de haberlas hecho el propio ejido, las instalan afuera los ejidatarios más ricos de aquí.

PONER AL BOSQUE Y A LOS CAMPESINOS DE PIE

La profunda brecha entre pobres y ricos al interior del Ejido El Largo, aseguran los propios ejidatarios -que ha sumido en la miseria a la gran mayoría que no tiene voz efectiva en las asambleas ejidales-, es la causa y la explicación de por qué la gente no cuida su casa... “Es que ni la casa, ni el bosque, ni siquiera la apariencia personal cuidamos... es como si no viviéramos rodeados de una riqueza que formalmente es de todos, es como si estuviéramos condenados a una existencia de pobreza, pero no, lo que pasa es que es una sociedad deprimida llena de individuos deprimidos”.

Quien así habla es Socorro Coronado Acosta. Agrega: “Lo que tenemos que hacer es superar esa depresión, y decidirnos a poner al bosque y al ejido de pie, para que las mayorías tomen en sus manos el destino de la riqueza, de la poca riqueza que nos queda después de que los caciques saquearon el bosque sin nuestro permiso”.
(Dic. 16, 2010)