Enigmática política exterior de México hacia Estados Unidos

ESPECIAL INTERNACIONAL


Enigmática política exterior de México hacia Estados Unidos

La Crónica de Chihuahua
Mayo de 2016, 21:23 pm

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Nydia Egremy

Desde 1822, cuando ambos gobiernos formalizaron sus vínculos, vivieron ciclos de confrontación armada, distensión, acercamiento y alineación siempre permeados por la desconfianza.

Hoy, la política mexicana oscila entre la sumisión en seguridad, comercio, transporte y finanzas y la reticencia en defensa, energía, migración y narcotráfico, asuntos tensos de la multitemática agenda bilateral. Con esa enigmática actitud México encara desafíos como el próximo relevo presidencial en la superpotencia, el rumbo de su defensa común y la cumbre de Norteamérica del próximo 29 de junio en Canadá.

Entre 2013 y 2016, el edificio del número 1911 de la Avenida Pennsylvania en Foxhall, Washington, Estados Unidos, albergó a tres embajadores mexicanos: Eduardo Medina Mora (enero 2013-marzo 2015), Miguel Basáñez Ebergenyi (sep. 2015-abr. 2016) y a Carlos Manuel Sada; entre marzo y septiembre de 2015 asumió el cargo pro-témpore Alejandro Estivill Castro. Tan intensa rotación de personajes en la principal relación bilateral de México, sugiere ajustes de estrategias, absoluta falta de ellas o improvisación.

Ya sean la demócrata Hillary Rodham Clinton o el republicano Donald John Trump, la gestión presidencial estadounidense influirá en el futuro de México, en los 11.4 millones de mexicanos que viven en aquel país y en los tres mil 141 kilómetros de frontera común. Ante la dimensión del desafío, no se atisba una estrategia de México para consolidar un vínculo respetuoso, de interlocución y cooperación entre naciones tan diferentes.

Así lo ilustran el desfile de embajadores, los giros en metas y objetivos del Gobierno y la muy preocupante falta de transparencia.

Las relaciones entre los dos Estados impactan en la vida y bienestar de millones de personas, ya se trate de reformas económico-comerciales, de seguridad interna, control de drogas, migración o medio ambiente.

De ahí que sea fundamental una visión prospectiva, señala el periodista europeo Stefan Grobe. Es evidente que a la superpotencia le interesa un vecino productivo y competitivo, pero los mexicanos ignoramos qué quiere nuestro Gobierno de su poderoso vecino, aliado y socio.

Para representar sus intereses en México, el Departamento de Estado designó desde julio pasado, como nueva embajadora de Estados Unidos, a la exsubsecretaria de Estado para América Latina, Roberta Jacobson –elegida por Barack Obama para liderar el restablecimiento de relaciones con Cuba– quien es gran conocedora de nuestro país. Así lo confirmó Anthony Wayne al concluir su misión y cuando la sede mexicana en Washington se encontraba acéfala. Además de la oposición republicana en el Congreso a la designación de Jacobson, la actuación de Basáñez pudo contribuir al retraso de casi nueve meses del arribo de Jacobson al edificio del 305 de la Avenida Reforma en México.

Subordinación geopolítica

Aunque muy antigua, la relación se formalizó el 12 de diciembre de 1822, cuando México poseía un territorio de 4.5 millones de kilómetros cuadrados.

En esos 196 años protagonizaron ciclos de confrontación armada, injerencia política y subordinación geopolítica, además de perder 2.1 millones de kilómetros a manos de Estados Unidos. Para la experta Renata Keller, esa relación se caracteriza por el antagonismo, el unilateralismo y la explotación.

En general, Estados Unidos desconfía de México, de sus instituciones, de su Gobierno y de su estructura social, por eso critica la ineficacia, corrupción e incapacidad de su economía para retener a la población.

Dos temas tensan la relación: la política migratoria estadounidense, que incluye la construcción de un muro fronterizo, y la reserva mexicana a fortalecer políticas conjuntas de defensa. En el fondo, cada parte tiene sobradas razones para sospechar de la otra, considera el experto en América del Norte, Raúl Benítez Manaut.

En el pasado, la diplomacia mexicana desafió a Estados Unidos en temas cruciales: no rompió relaciones con el Gobierno de la Revolución Cubana; el presidente Luis Echeverría lideró en foros internacionales su demanda por un Nuevo Orden Económico Internacional y recibió a exiliados de los golpes militares en Sudamérica, además de que en los años 80 México impulsó el Proceso de Paz en Centroamérica, que excluyó a Washington.

Sin embargo, los gobiernos neoliberales ataron al país a los intereses empresariales y geopolíticos estadounidenses y de la depredadora plutocracia criolla mexicana en nombre de la “globalización” o “las fuerzas libres del mercado”, como denuncia el académico John Saxe Fernández.

Ese esquema incapaz de generar empleo expulsó a los mexicanos a Estados Unidos, creó leyes antiinmigrantes de contenido xenófobo, racista y persecutorio para construir bardas metálicas y militarizar la frontera; pese a ello, la prensa corporativa promueve los pactos y tratados bilaterales y oculta que Washington regula el funcionamiento de la economía de sus “socios” y amplía su zona de defensa militar a todo el continente.

Nuestro hombre en Washington

Para atender esa relación, en septiembre pasado llegó a Estados Unidos Miguel Basáñez Ebergenyi. Totalmente ajeno al Servicio Exterior de Carrera, tenía otros méritos: exfiscal del Estado de México, secretario particular de Alfredo del Mazo cuando fue gobernador de esa entidad, cercano al actual presidente de México –según publicara la agencia EFE el 11 de agosto–, pionero en sondeos electorales y académico en la Escuela Fletcher de Derecho y Diplomacia de la Universidad Tufts, de Massachussets.

El entonces canciller José Antonio Meade Kuribreña afirmó que Basáñez trabajaría para “multiplicar, acelerar y profundizar” los esfuerzos del Gobierno de México y de la red consular en Estados Unidos.

Poco después, el republicano Donald Trump se convirtió en el favorito del sector xenófobo y ultranacionalista por sus agresivas declaraciones antimexicanas, a las que no respondió el Gobierno mexicano. Basáñez consideró ante el Senado, el 28 de agosto de 2015, que Trump se disculparía con los mexicanos.

Ya como embajador, el 17 de marzo en la Semana Mexicana de la London School of Economics del Reino Unido, hizo un paralelismo entre los años del ascenso de Hitler (1920-1930) y nuestros días y dijo que el presidente Hoover hizo una propuesta similar a la que hoy plantea Trump sobre el muro con México.

Según la prensa, Basáñez dijo algo más: tras pedir a su audiencia no grabarlo, afirmó que la esposa del expresidente Felipe Calderón, Margarita Zavala, sería una “gran candidata” presidencial del Partido Acción Nacional (PAN).

Tal vez ambas declaraciones definieron su salida y el 5 de abril, un escueto comunicado de la cancillería informaba que Basáñez Ebergenyi dejaba el cargo.

La canciller Claudia Ruiz Massieu dijo que el cambio fue porque México requiere una postura diplomática “más firme” frente a las declaraciones de Donald Trump contra el país. De ser así, el Gobierno pudo ordenar al embajador que asumiera esa postura, así que ante la falta de transparencia los mexicanos se preguntan: ¿Por qué se nombró embajador a Basáñez? ¿Por qué fue removido? ¿El caso Trump influyó en el relevo? ¿Fue el caso Zavala?

Control de daños

El factor Trump enturbiaba tanto el clima bilateral que el 1º de marzo, el jefe de la Oficina de la Presidencia, Francisco Guzmán, dijo a medios extranjeros que México alistaba “un plan” para enfrentar las críticas del proceso electoral en Estados Unidos.

Según Guzmán, bajo ese plan se informaría a los candidatos presidenciales de los beneficios de la relación bilateral y se instruyó a los cónsules mexicanos para reunirse con organizaciones y líderes de opinión para hablar de las aportaciones mexicanas a esa nación.

El 15 de marzo, cuando la violencia verbal antimexicana de Trump subía de tono, el presidente de la American Chamber of Commerce of México (ACC), José María Zas, afirmaba que el proceso electoral en Estados Unidos no afectaría la relación bilateral, hoy más fuerte que nunca.

Según Zas, prueba de esa fortaleza es que la inversión estadounidense suma 23 mil millones de dólares y 12 nuevos inversionistas buscan ubicarse en el nuevo mercado de venta minoritaria de gasolina, como la Gulf Oil. Para el directivo, la rudeza verbal en la precampaña quedaría “como anécdota”.

No obstante, el cinco de abril se conoció la urgencia del Gobierno por rehacer la relación con Estados Unidos y se anunció el relevo de Basáñez: el oaxaqueño Carlos Manuel Sada, con 27 años de experiencia diplomática, 21 de ellos en la protección de los derechos de los mexicanos como cónsul en Nueva York, San Antonio, Chicago y Los Ángeles, así como en Toronto, Canadá; además de fungir como Ministro de Asuntos con el Congreso de Estados Unidos.

Otro designado fue el subsecretario para América de Norte, Paulo Carreño King, hasta entonces director de Marca País –ente que promueve a México en el mundo– coordinador de medios internacionales de la Presidencia e hijo de periodista.

Él deberá promover la imagen presidencial y del país en la prensa, en el Departamento de Estado y en el Congreso estadunidenses. A su vez, el embajador Sada deberá fortalecer la relación en el plano diplomático.

Para apuntalar la relación bilateral se designaron 11 cónsules generales en Nueva York, Atlanta (Georgia), San Antonio y Dallas (Texas), San Francisco y San Diego (California), Raleigh (Carolina del Norte), Phoenix y Nogales (Arizona), Boston (Massachussetts).

Una vez más, el Senado los ratificó a todos sin chistar el 21 de abril, a través de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado (que preside la panista Gabriela Cuevas) y la Comisión de Relaciones Exteriores de América del Norte (que preside la priista Marcela Guerra).

La relación entre ambos vecinos es hoy más compleja y parece muy lejana la percepción que tenía de México, en 1831, un hombre negro de Florida que publicara un artículo en un diario de Nueva York.

Ahí aconsejaba a la gente blanca de su país “ver hacia México como un lugar de seguridad y permanente refugio”. Agregaba que México tenía excelente clima, tierra vasta y casi inhabitada con personas libres de prejuicios.