Libertad a don Manuel Serrano Vallejo

Abel Pérez Zamorano


Libertad a don Manuel Serrano Vallejo

La Crónica de Chihuahua
Julio de 2014, 11:11 am

(El autor es un chihuahuense nacido en Témoris, municipio de Guazapares. Es Doctor en Desarrollo Económico por la London School of Economics, miembro del Sistema Nacional de Investigadores y Director de la División de Ciencias Económico Administrativas (DICEA) de la Universidad Autónoma Chapingo (UACh), para el periodo 2014-2017.)

Más de nueve meses cumple ya el secuestro de don Manuel Serrano Vallejo, un anciano vendedor de periódicos en Tultitlán, Estado de México, que ha dedicado toda su vida a esa tarea para el sustento de su familia; y fue secuestrado, precisamente, cuando iniciaba su jornada de trabajo, al abrir su puesto de periódicos. Como sabe bien la opinión pública, don Manuel es el padre de Maricela Serrano Hernández, la valiente presidenta municipal de Ixtapaluca, quien no se ha arredrado ante la presión de fuerzas opuestas a su proyecto de gobierno, interesadas en que Ixtapaluca siga siendo un municipio atrasado y coto de poderosos grupos de poder. Y contra la más elemental consideración humanitaria, ha sido don Manuel la víctima de esta situación. El fondo político, se ha reiterado y es cierto, es que Maricela Serrano representa y encabeza la lucha de los pobres de Ixtapaluca. Este municipio con más de medio millón de habitantes forma parte de la zona marginada del oriente mexiquense; que quien esto escribe ha investigado durante años y divulgado en publicaciones. Se trata de uno de los conglomerados urbanos más marginados, un extenso cinturón de miseria adonde han arribado inmigrantes de las zonas rurales y de la misma capital del país.

Muchos de ellos, sin empleo o con ingresos muy precarios, han llegado a establecer sus viviendas en los lugares más riesgosos e inapropiados, pues para ello alcanza apenas su humilde condición; unos se han instalado en la parte alta de los lomeríos, de difícil acceso; otros, en las zonas bajas, pero por lo mismo, de muy alto riesgo, como es el caso de las colonias populares ubicadas en las márgenes del pestilente canal de aguas negras llamado Río de la Compañía, que frecuentemente, en temporada de lluvias, se desborda, provocando grandes inundaciones en el área cercana a la autopista México-Puebla, siniestros que causan enfermedades infecciosas y pérdida de las escasas pertenencias de sus habitantes. A esto se ha añadido la creación de gigantescas unidades habitacionales cuyos moradores padecen mil y una incomodidades en las estrechas viviendas que les fueron vendidas, padeciendo continuamente las consecuencias de una mala planificación urbana y de los vicios ocultos en las construcciones aparecidos después de ocupadas las casas.

Pero la resignación y la paciencia tienen límite, y llegó el momento en que, como era esperable, los ciudadanos de Ixtapaluca terminaron cansándose de su situación y de la insensibilidad gubernamental representada en los grupos locales de poder fuertemente enlazados con otros a nivel estatal. Y buscaron una solución a su atraso, una alternativa política diferente, que desde el poder aplicara con honradez y sensibilidad social el gasto público. La opción que prefirieron en el último proceso electoral municipal fue votar por Maricela Serrano, quien por muchos años, y sin tener cargo oficial alguno, había encabezado a los ixtapaluquenses en reclamo de vivienda popular, escuelas, espacios deportivos y servicios públicos básicos, convirtiéndose en una representante auténtica, reconocida y respetada, de los sectores sociales más pobres. Y a la luz de los primeros resultados de su gobierno, todo indica que la ciudadanía votó acertadamente, pues, a título de ejemplo, sólo en su primer año la actual administración ha invertido en obras de desarrollo social una suma superior a la aplicada por los tres presidentes municipales anteriores juntos durante nueve años; hoy Ixtapaluca está viviendo una transformación sin precedente, como puede constatar quien lo desee, visitando las modernas obras de desarrollo, vialidades, espacios deportivos, infraestructura cultural y servicios públicos de que hoy gozan las familias que durante años han vivido en la marginación. Obviamente, esto exhibe a los grupos de poder dominantes y a sus protectores. Antecedentes que fundamentan lo que aquí señalo, y que son del dominio público, fueron: las amenazas recibidas por Maricela Serrano, en lo personal y contra su familia, cuando era candidata y el atentado contra un destacado funcionario de su gobierno, entre otros hechos que omito mencionar aquí por falta de espacio, pero todos denunciados con oportunidad ante autoridad competente y registrados ampliamente por los medios. Éste es, en fin, el contexto del secuestro de don Manuel.

Pero más allá de sus motivaciones políticas, quienes han cometido esta felonía atropellan los principios más elementales de la convivencia social civilizada; nada queda de ese humanismo al que en una de sus acepciones Abagnano llama: “salvaguardar la dignidad del hombre en las confrontaciones de las fuerzas que la amenazan”. Peor aún. El secuestro de don Manuel, de un hombre indefenso, pone a prueba la autenticidad de las organizaciones de derechos humanos y de las fuerzas políticas de este país, y no puede uno menos que sentir una profunda insatisfacción al observar cómo, en lugar del verdadero humanismo se hace un manejo pragmático y maniqueo de la bandera de los derechos humanos. Afirmo esto porque los adalides de esa causa, que con frecuencia claman por el respeto a la dignidad de los seres humanos, hoy en cambio guardan un ignominioso silencio. Hay, claro está, honrosas excepciones de políticos como Diego Fernández de Ceballos o de quienes firmaron un desplegado en solidaridad con la víctima y su familia en días recientes; por lo demás, sólo el silencio, prudente y calculador. Pero no olvidemos que, como dijo José Martí: ver en silencio un crimen es cometerlo. En este mundo no hay neutrales, y también callando se toma partido; el silencio es una forma de asumir posición política.

Dicen que las sociedades para progresar han de pagar una cuota de dolor, y en los días que corren Ixtapaluca la está pagando en la persona de don Manuel Serrano y su familia. Y para que ese costo sea menor en otros pueblos, es preciso mostrar solidaridad con quienes hoy sufren las consecuencias de defender ideas de progreso y justicia social; así se reducirá la capacidad de daño de los representantes del atraso. Don Manuel Serrano debe retornar al seno de su familia, sano y salvo, por razones de elemental humanismo, tratándose de una persona débil e indefensa; su cautiverio sólo exhibe la catadura de quienes lo tienen retenido. Debe ser liberado porque su secuestro ofende la dignidad de un pueblo que ejerce su derecho soberano a mejorar su vida y a elegir en democracia a sus gobernantes. Debe ser liberado porque su cautiverio cuestiona seriamente la existencia del Estado de derecho en México y exhibe más bien el imperio de la ley de la selva, la indefensión absoluta del ciudadano común frente a los poderes dominantes. Finalmente, este acto agravia también a toda la sociedad mexicana, a cada comunidad campesina o colonia popular que busquen, ahora o en un futuro, salir de la pobreza ejerciendo los mismos derechos y por la vía que Ixtapaluca ha elegido.