Lo que China celebra en el centenario del Partido Comunista

**Aquí una mirada positiva a la organización política más grande, importante y poderosa del mundo en la actualidad, con más de 100 millones de afiliados.


Lo que China celebra en el centenario del Partido Comunista

La Crónica de Chihuahua
Junio de 2021, 06:09 am

Guillermo Puyana Ramos/
elespectador.com

Los últimos meses China reverbera de noticias por el 100 aniversario de la fundación del Partido Comunista de China, la organización política más grande, importante y poderosa del mundo en la actualidad, con más de 100 millones de afiliados y que en octubre próximo cumplirá 72 años de haber fundado la República Popular en 1949. Por la vitalidad de su economía, su desarrollo social, su avance tecnológico y la sofisticación de su cultura vale la pena ser estudiado por todas las organizaciones políticas del mundo.

El Partido Comunista nació en una China sumida en el caos y la división; las fuerzas patrióticas de muchas afiliaciones habían fracasado en todas las opciones reformistas ensayadas desde mediados del siglo XIX, incluyendo los ruralistas místicos antiextranjeros y antimanchúes del Reino Celestial Taiping, los intelectuales reformistas de 1898 y los rebeldes esotéricos antiextranjeros del movimiento Boxer, los republicanos del Kuomintang y los restauradores monarquistas. Todos tenían en común la utopía de la restauración del poder de China alrededor de una civilización avanzada, el progreso social, la unidad nacional, la recuperación de los territorios y la soberanía perdidos durante la Era de los Tratados Desiguales.

La agresión extranjera, sobre todo japonesa, fue el catalizador en dos episodios fundamentales de esta historia: la revolución de Sun Yatsen en 1911 y la revolución de 1949 liderada por Mao Zedong. La imposición por Japón del Tratado de Shimonoseki de 1895, desató la furia nacionalista que 15 años después acabaría con el régimen dinástico más antiguo del mundo; y, en 1931, el incidente del Puente de Marco Polo, unió a China para una de las más feroces guerras de resistencia de la historia, que 18 años después dio lugar al triunfo del Partido Comunista y la proclamación de la República Popular China. Oponerse a la agresión extranjera fue el aglutinante de los patriotas chinos.

Es difícil sintetizar una historia tan compleja sobre cómo un pequeño grupo de patriotas funda un partido que en menos de 30 años derrota primero a Japón en China en 1945 y luego a la alianza del Kuomintang y los Estados Unidos en 1949 y funda una república que realiza la utopía nacionalista y patriótica de China de volver a ser una nación próspera, independiente y poderosa, representante de una civilización avanzada. Pero es posible extraer algunos puntos de esta experiencia histórica que cumple 100 años.

Una es la estrategia de Frente Unido, de colaboración con otras fuerzas patrióticas no comunistas que compartían la utopía nacionalista. Los comunistas formularon un programa simple de entender para los patriotas chinos, sin ambivalencia y directo en relación con la derogación de los privilegios que Occidente había obtenido por la fuerza y el abuso durante más de cien años. En el Frente Unido, el Partido Comunista fue vocero de una causa en la que estaban unidos todos los chinos.

Otra es el carácter omnicomprensivo de la propuesta política del Partido Comunista. No era solo tomarse el poder y liberar al país de la dominación extranjera y recuperar cientos de miles de kilómetros cuadrados perdidos desde 1842. Se trataba también de superar la pobreza, dejar atrás el feudalismo, crear un Estado moderno y una economía avanzada. En la historiografía china, cuando se analizan las causas de las derrotas de los movimientos Taiping, reformista, Bóxer y republicano, siempre se llega a una falencia en alguna de esas áreas. O eran decididamente antiextranjeros pero realistas, o eran antirrealistas pero no querían modificar la estructura de la propiedad sobre la tierra. Para los comunistas de 1921 era todo y recíprocamente, por eso la victoria sería difícil y larga.

Una característica muy importante fue la construcción de una teoría sobre el estilo de trabajo que trascendió del Partido Comunista al gobierno en todos sus niveles. Puede resumirse en los principios de servir al pueblo, tener la gente como prioridad, buscar la verdad en los hechos, tomar decisiones consultando las instituciones de base, rectificar los errores con base en la crítica y la autocrítica, respetar la disciplina interna y acatar el liderazgo y la sabiduría colectivos. Es todo un sistema teórico sobre la administración pública y las instituciones políticas cuya importancia es evidente en los textos de Xi Jinping sobre gobernanza. Cuando China se apartó de esos principios tuvo serias consecuencias; en cambio, ha superado enormes desafíos gracias a la solidez institucional que proviene de ellos.

Otro punto es que China desarrolló el carácter dinámico del marxismo, que no es un sistema dogmático fijo en la historia, sino la formulación teórica sobre el desarrollo del capitalismo a la mitad del siglo XIX. Marx y Engels habían dicho en el prefacio a la edición de 1872 de El Manifiesto Comunista que las medidas que habían sugerido en 1848 como expresiones del socialismo debían ser reescritas de acuerdo con las circunstancias históricas y “no debería dársele una importancia excepcional”. Entre ellas estaban el fuerte centralismo planificador, la confiscación de propiedad privada y la prohibición de herencia. Que sean correctas en otro contexto habría que analizarlo con las circunstancias concretas y los chinos lo hicieron con base en su propia realidad nacional y por eso tienen socialismo, mercado y propiedad privada.

Los chinos han actualizado por lo menos dos veces el marxismo. La primera en el Pleno de Zunyi en 1935 donde se impuso la línea de la revolución campesina de Mao; y, la segunda, en 1980 con la teoría de Deng Xiaoping sobre la economía socialista de mercado y las etapas transicionales del socialismo para explicar la coexistencia de mercado y socialismo y diferentes formas de propiedad. Xi Jinping está liderando en este momento el estudio de más envergadura sobre el marxismo para adaptarlo a la realidad de hoy, de un mundo globalizado, basado en tecnología y con un fuerte desarrollo de las fuerzas productivas sobretodo en China. El proletariado de hoy no es el mismo de 1848, la creación de valor está cada vez más del lado del conocimiento, pero el fenómeno de apropiación desigual de la riqueza generada por el trabajo sigue siendo la contradicción principal. La independencia de China, la salida de la pobreza de sus habitantes de forma masiva, la sofisticación de su base tecnológica y los pasos acelerados hacia el desarrollo sostenible y de calidad no existían hace 173 años.

También habrá que mencionar la política exterior que representó los intereses de los países en desarrollo, basada en principios de no interferencia, respeto a la soberanía, no agresión, beneficio recíproco y coexistencia pacífica. Desde antes de 1949 los comunistas chinos preveían una oleada de movimientos anticolonialistas en África y Asia que darían nacimiento a muchas naciones frágiles a la interferencia extranjera, pero cuya sumatoria sería muy importante si las instituciones globales eran conformadas por Estados. La paz mundial estaría ligada a que todos los países adhirieran a esos principios básicos.

Cuando proclamó la República Popular en 1949, Mao enfatizó que China buscaría el apoyo de todos los países “tenemos amigos en todo el mundo”, dijo. El papel representativo de China se hizo evidente en la Conferencia de Ginebra de 1954 y luego en Bandung en 1955. Luego la teoría de los tres mundos permitió ver que la Guerra Fría era una confrontación entre pares imperialistas, soviéticos y americanos, y desnudó la falta de representación de los dos respecto de los países que nacieron del anticolonialismo en África y Asia. La teoría de la gobernanza global de Xi Jinping adapta esas teorías al mundo de hoy.

Cuando China empezó su etapa de crecimiento económico de 1980 y luego, con la Iniciativa de la Franja y la Ruta desde 2013, pasó a ser el primer o segundo socio comercial de muchos países en desarrollo, reduciendo su dependencia de Estados Unidos o Europa. Como ya no hay un socio dominante, estos países tienen más capacidad de acción soberana.

Desde el aporte de China a la erradicación de la pobreza hasta el multipolarismo como forma de neutralizar el hegemonismo y la política de fuerza de Estados Unidos, vemos efectos positivos en todo el mundo. Otra cosa es que haya inestabilidad por la persistencia de Estados Unidos y algunas potencias occidentales en perpetuar una relación dominante con los países en desarrollo que incluyen dictarles cuáles modelos políticos deben gobernarlos.

El 1 de julio hace cien años, China tomó un rumbo por un camino difícil hacia un futuro brillante como decía Mao. En palabras de Jacques Guillermaz terminó la era de la confusión y las vacilaciones. Dando su propia respuesta a la pregunta: “Qué hacer?”, China inició la construcción primero de su identidad política y luego de su identidad como nación próspera, poderosa y representante de una civilización avanzada. En el largo camino ha tenido muchos obstáculos y ciertamente cometió errores. Pero quién podrá negar que, en relación con su pueblo, la utopía china ha ido cumpliéndose en la realidad.