“Los seremos”, El Valle y las extrañas costumbres de antes

**Doña Graciela recuerda que las mujeres atizaban la lumbre al bote del nixtamal y hacían la mezcla con la cal. “Decíamos algo que va así: ‘Sácale tez al testal, para que salga bonita la tortilla’. Era una cosa muy bonita ver a la gente ir a los molinos en la mañana muy temprano, casi de madrugada”. (FOTOS: ROSA ELVA MEZA RIVERA/ La Crónica de Chihuahua)


“Los seremos”, El Valle y las extrañas costumbres de antes

La Crónica de Chihuahua
Junio de 2019, 12:48 pm

Valle de Allende, Chihuahua.- El oriente del pueblo, que era la entrada, se distinguía por sus mesones, a donde llegaban los viajeros foráneos, los comerciantes que eran recibidos y atendidos en lo tocante a comida, baño, techo, así como en cobijo para vehículos y animales. ¿Y el llamado “Puerto de los cochinos? ¿Y “la despedida”?

Éste es el Valle y sus extrañas costumbres de antes, y sus lugares que se conservan en el recuerdo de los que son ahora más viejos.

Nacida en 1933, doña Graciela Herrera debe tener ahora 86 años de edad, y ella, además de otros personajes del lugar, fue entrevistada para que relataran sus experiencias acerca de cómo vivieron en su infancia el festejo anual de “los seremos”, que es una costumbre que trajeron a este lugar y que inculcaron a los naturales los conquistadores europeos, a saber, los colonizadores de ascendencia vasca que llegaron al Valle de Allende en el siglo XVI.

Graciela comenzó a participar en “los seremos” desde que tenía 5 o 6 años. “Mi papá ponía un gran cazo con leña en el patio, exclusivamente para cocinar la calabaza en dulce que repartía a todos los que pasaban por la casa el 1 de noviembre, era calabaza en casco”.

Pero ¿qué son “los seremos”? En el texto que se propone para que el Cabildo de Allende emita la Declaratoria de esta costumbre como Patrimonio Cultural e Histórico del Municipio, se argumenta: A “los seremos” se les ha tratado de identificar con el Halloween anglosajón, pero quien tenga la tentación de afirmar que aquéllos son copia de éste, se convencerá de lo contrario con una simple visita al Valle de Allende. En efecto, “los seremos” no solamente son en mucho anteriores a la introducción del Halloween al estado de Chihuahua, sino que se diferencian fundamentalmente en que la costumbre anglosajona es de origen pagano europeo y reminiscencia de las religiones anteriores a la entronización del Cristianismo como religión dominante, en tanto que a “los seremos” los reconocemos en sus características como una estrategia de los primeros colonizadores europeos en la región, para ganarse las almas de los conquistados. El origen católico de “los seremos” resulta evidente en los rezos que se incorporaron al recorrido de los niños por el pueblo en solicitud de dulces. El Halloween comparte ciertamente algunos rasgos con los “seremos”, pero la gente del Valle hace notar, en primer lugar, que los “seremos” son más antiguos, y en segundo lugar, que los niños no se visten de brujitas ni demonios, ni monstruos, sino que no se disfrazan, o si algunos lo llegan a hacer, se caracterizan como angelitos bajados del cielo. Los niños en “los seremos” rezan por lo menos dos oraciones: el Padre Nuestro, el Ave María y, en ocasiones, el rezo de la Santa Cruz. La tradición manda que, terminadas las oraciones y el canto, los niños hacen sonar una campanita, y entonces el “muerto” se levanta para recibir los obsequios junto con los demás.

En la entrevista con Graciela Herrera se le preguntó:

 ¿Qué otras cosas les daban antes, además del infaltable dulce de calabaza?

“Tejocotes amarillos, o americanos, que aquí se daban en el Valle ya en noviembre”, responde Graciela, quien con esto zanjó una discusión que surgió entre los entrevistados, porque hubo quienes aseguraron que les daban tejocotes, pero otros alegaron que eso no era posible, porque los tejocotes llegaban importados al Valle de Allende hasta el mes de diciembre. Entonces, con esa variedad amarilla que se cosechaba aquí mismo, es perfectamente posible que una de las frutas que recibían los chamaquitos en “los seremos”, fueran tejocotes.

“Nos daban cacahuates, también”.

Graciela Herrera, quien es hermana mayor de Jesús Herrera, el cronista del Valle, recuerda un detalle importante, no mencionado por ninguno otro de los entrevistados, y es que en los equipos en que ella participó, llevaban a alguien especialmente para llorar en la representación del funeral.

Ellos (me refiero a la niña Graciela y a sus hermanos y amiguitos de “los seremos”) arrancaban su recorrido en la calle Jiménez, al oriente del pueblo, donde era la entrada, “el puerto”, como se le conocía por ser el puerto de arribo de los viajeros, y donde estaban los mesones, que en aquellos años eran hotel, restaurante y alojamiento de vehículos y animales. Estaba por ejemplo, el mesón “El Refugio”, y el rumbo era “la despedida”, pero más allá estaba el llamado “puerto de los cochinos”, donde la gente tenía que cuidarse porque en la acequia a donde las mujeres llevaban a lavar el nixtamal para las tortillas, llegaban los cerdos a disputar el maíz y a meter el hocico en los botes en que lo llevaban.

Por cierto, doña Graciela Herrera cuenta al respecto que recuerda que las mujeres estaban atizándole la lumbre al bote del nixtamal y haciendo la mezcla con la cal. “Decíamos algo que va así: ‘Sácale tez al testal, para que salga bonita la tortilla’. Era una cosa muy bonita ver a la gente ir a los molinos en la mañana muy temprano, casi de madrugada. En la tienda estaba el molino, y allá me mandaba mi mamá: ‘Ándale, hija, llévate un huevo para que pagues el molino’, me decía. Era un ruido bárbaro, ése de la máquina, con el motor a todo lo que daba, y las bandas y la piedra de moler… ‘Ábrele más la piedra, abre más la piedra’, se oía que decían cuando el maíz empezaba a salir demasiado molido al haberse ajustado de más una piedra contra la otra. Todos los días desbarataban el molino para lavarlo, limpiarlo y limpiar y cepillar cada una de las piedras. Y en las tardes, aquí mismo atendían a la gente que llevaba género seco, como chiles para moler, o el pinole”.

 ¿Usted de quién aprendió el ritual de “los seremos”, Graciela?

“Yo me juntaba con Angelita Arellanes, y precisamente con ella llevábamos a alguien para llorar, que era quien la hacía de “viuda” o de “mamá” a la que se le murió el hijo y le lloraba”.