Obama pide el fin de las trampas electorales

**El mandatario estadunidense reclamó durante el Mensaje sobre el Estado de la Unión que acabara el llamado ‘gerrymandering’, que no es otra cosa que la manipulación del diseño de los distritos electorales


Obama pide el fin de las trampas electorales

La Crónica de Chihuahua
Enero de 2016, 12:00 pm

CIUDAD DE MÉXICO.- Cuando el presidente Barack Obama llamó por el fin del gerrymandering, durante su último Mensaje sobre el Estado de la Unión, pedía en realidad acabar con el muy propio estilo estadunidense de hacer trampas electorales.

Pero nadie espera que tenga mucho impacto. La convocatoria, como otros idealistas llamados hechos por el mandatario, probablemente caerá en oídos sordos, como en realidad ha ocurrido cada vez que alguien propone reformar el sistema.

Definida por la revista The Atlantic como “el oscuro arte de hacer la democracia menos democrática”, el gerrymandering es una práctica que tiene tantos años de antigüedad como los Estados Unidos tiene como nación independiente. Y tal vez la haya precedido. Una forma de usos y costumbres, si se quiere.

El nombre surge en parte de Elbridge Gerry, que tras ser firmante de la Declaración de Independencia fue gobernador de Massachussetts de 1810 a 1812, y bajo su patrocinio se creó un distrito electoral destinado a negar la elección de algunos rivales políticos.

Los periodistas de la época encontraron que el nuevo distrito tenía forma de salamandra (salamander en inglés) y combinaron el nombre para crear un verbo nuevo: gerrymander (gerry+mander).

Pero 25 años antes, en 1788 y poco después de que el estado de Virginia votara por aprobar la Constitución, el exgobernador Patrick Henry (autor de aquella frase: “denme libertad o denme muerte”) convenció a la legislatura estatal de rediseñar el quinto distrito electoral para que su gran rival, James Madison, tuviera que enfrentar a James Monroe, otro grande de la política estadunidense de ese tiempo.

El hecho es que hoy por hoy, las circunstancias políticas de los Estados Unidos dan como resultado que los republicanos son los más frecuentes beneficiarios de lo que es literalmente una escamoteo legal de las elecciones. Pero los demócratas no son inocentes, ni mucho menos.

La práctica no es otra cosa que la manipulación del diseño de los distritos electorales, de forma que cuando son reformulados cada diez años, aseguren dentro de lo posible que siempre incluyan mayorías de un partido y minorías del otro.

El proceso es facilitado y en cierta forma perpetuado cuando un partido obtiene la mayoría en el congreso estatal, lo que le da la mano ganadora a la hora de rediseñar los distritos electorales con base en los datos aportados por el censo -que ocurre cada década-.

Si se recuerda que por ley en Estados Unidos hay 435 distritos electorales, con un promedio de población de 60 mil a 650 mil, y que cada uno equivale a un voto en la elección presidencial, hay un aliciente “extra” para quienes deseen “cargar” la balanza política de la mejor manera posible.

Los republicanos controlan actualmente 31 de las 50 legislaturas estatales en el país, lo que quiere decir que son republicanos mayormente los que diseñan los distritos electorales y lo hacen de forma que favorezcan a su partido y a sus candidatos, lo que tiene como resultado la casi perpetuación de mayoría tanto a nivel estatal como a nivel federal.

“Tenemos que terminar con la práctica de dibujar nuestros distritos electorales de forma que los políticos puedan elegir a sus votantes y no al revés”, dijo Obama.

Y la idea del dibujo no es broma. Los distritos creados a veces parecen siluetas de locura o manchas de una prueba de Rorschach. Tanto, que alguna vez la ahora jubilada Sandra Day O’Connor, juez de la Suprema Corte de Justicia, observó que en un caso en Carolina del Norte, una persona que manejara por la carretera en un vehículo con las puertas abiertas a los dos lados podría matar a alguien en dos distritos diferentes.

La sofisticación de la información disponible sobre las preferencias individuales y las tendencias de la población permiten, además, identificar núcleos de población afín y agruparlos de forma que sean mayoría, o dividirlos de manera de crear minorías.

La realidad es que “el Gerrymandering ha creado distritos donde la única competencia es en la primaria (de selección de candidato). Eso implica dos políticos que buscan presentarse como el mas conservador o liberal, con el ganador pisoteando a su oponente en la elección general”, consignó Philip Bump, en The Washington Post.

Una segunda consecuencia es la polarización política. Los dos partidos se mueven cada vez más aparte, según hacen notar varios trabajos académicos y periodísticos. Y el gerrymandering es, a la vez, causa y efecto del fenómeno.

Al tener curules aseguradas por el predominio de votantes afines, legisladores de derecha o de izquierda pueden actuar sin temor a consecuencias electorales y no tienen necesidad de negociar con otros para obtener resultados que les permitan congraciarse con sus electores.

Pero al mismo tiempo, es importante recordar que cuando los demócratas eran dominantes en los congresos estatales, hicieron efectivo uso del gerrymandering para crear sus propios distritos con elección asegurada. Un efecto notable, y no necesariamente negativo, fue el diseño de distritos asegurados para candidatos negros.

Pero la maniobra es cuestionablemente democrática, y frecuentemente es atacada por académicos y aun por organismos internacionales, como fue el caso de una comisión de expertos de la Organización de Estados Americanos (OEA) en 2004.

La realidad es que con todo, partidarios y adversarios del sistema se han involucrado en interminables batallas legales que hoy adquieren un giro tan interesante como irónico.

“Dado que negros y latinos tienden a votar abrumadoramente por demócratas, los republicanos frecuentemente han sido cuidadosos para maximizar su control de los distritos en una forma que no viole las condiciones de la Ley de Derechos de Voto. Pero los resultados del nuevo censo los han puesto (a los republicanos) ante un rompecabezas particularmente confuso”, consignó The Atlantic en octubre de 2012.

Dado que sólo hay 435 distritos, los cambios en población tienen un impacto directo sobre el número de legisladores -y votos electorales- de cada estado. Las entidades del sur y el suroeste han sido las que más han ganado.

Por un lado, las mayores ganancias de la población en los Estados Unidos han ocurrido en dos estados tradicionalmente republicanos: Florida obtiene dos nuevos distritos para llegar a 27 y Texas logró cuatro más, con los que llega a 36.

Por otro, en uno y otro estado -así como en Arizona, Nuevo México, Nevada y Colorado- el crecimiento de la población se basa en la llegada de hispanos y personas de raza negra.

“La posibilidad de que un dibujante de mapa electoral republicano use a esos trasplantes históricamente prodemócratas como medio para ganar curules para los republicanos podría parecer al más ingenuo redistritador como ingenuo”, dijo la revista.

Pero eso ocurrió a principios de la década y Texas perdió cara e influencia por esa razón.

Pero dolosa y obvia como es, la práctica tiene también el sabor de una tradición que los políticos estadunidenses no parecen listos, y menos deseosos, a abandonar.