Refrendo panista y embate mediático

Javier Corral Jurado/ Columna Rotafolio


Refrendo panista y embate mediático

La Crónica de Chihuahua
Enero de 2013, 11:21 am

El hombre añade a su cuna, a su apellido, distintos lazos que en el tránsito por la vida van configurando la biografía personal. Al extender sus vínculos sociales a través de la pertenencia a instituciones, religiones, asociaciones o clubes, la persona adquiere compromisos y hace patentes sus convicciones, creencias y gustos, en la doble vertiente de su personalidad, individual y social.

Y si ser parte de una institución intermedia define rasgos esenciales del ser humano frente a su destino, la pertenencia a un partido político traza inexorablemente la vocación humana frente a su comunidad. Porque la actividad política, sobre todo aquella que se realiza en torno de principios, objetivos, reglas y metas, es fundamental para la realización del bien común. Me atrevería a decir que es, entre las más nobles tareas del ser humano, la que puede realizar y concretar los mayores bienes públicos. De ahí que pertenecer a un partido político, sea una de las decisiones más acabadas de la conciencia personal en solidaridad. Uno de los mayores estadíos en la conducta cívica.

Hace más de 30 años tomé la decisión de ser miembro del PAN. Llegué solo a la institución, nadie me trajo. Acudí mucho más por el impulso de un instinto sobre lo que es justo, que por un razonamiento ideológico o doctrinal plenamente configurado, lo que aconteció después, en el transcurso del tiempo. A mi oriundez, a mis apellidos, sumé mi militancia política, y agregué a mis rasgos, llamarme también panista. Estoy orgulloso de esa decisión desde entonces, aunque a veces llegue a mi ánimo la decepción y la tristeza al comprobar cuán poco queda de la práctica y el estilo, la mística y los motivos originales que nos convocaron en aquella época.

La adhesión al PAN ha sido uno de los actos más plenamente libre y libertario que haya tomado en mi vida, y algo temerario en relación con el ambiente familiar, social y laboral en el que me desenvolvía. Pronto perdí mi precoz trabajo en el periodismo de mi ciudad como consecuencia de esa adhesión, y ahí empezó un bregar contra la corriente que me forjó sin duda un entrenamiento especial para la adversidad. Pero fue una decisión bajo la altiva conciencia de asumir todos los riesgos por venir al saberme "miembro de la oposición nacional al régimen corrupto y autoritario del PRI"; muy lejos estaba la idea del triunfo posible, más lejos aún el ejercicio del poder.

Estoy seguro que muchos de los que hemos formado parte del PAN desde entonces tuvimos esa motivación. Sin embargo, al paso de la época opositora al de nuestro acceso al poder, fueron cambiando las razones, los sentimientos y los motivos para formar parte de la institución, por supuesto también genuinos, válidos, pero a los que no se les acompañó de una formación ideológica y doctrinal, ni de una capacitación mínima en la historia y tradición del PAN. El Partido permitió incluso que se distorsionara la regla de oro en nuestro método de afiliación: un acto personal, individual y libre.

El poder tentó al PAN en la idea masiva, y aflojó los resortes éticos de su proceso de afiliación. Había que salir rápido del partido de cuadros, para convertirse en un partido de masas, aunque éstas fueran de las indiferentes a nuestras ideas. Se dio paso un insospechado corporativismo y clientelismo panista que acrecentó el padrón del partido en números exponienciales y con motivaciones muy coyunturales: Hacia la elección del 2012 el registro nacional de miembros del PAN cerró en 1´869,107 miembros. De ésta cifra el 2% de los miembros se había afiliado antes de los 80´s; entre el 80 y el año 2000, el 18%, y del 2000 al 2012, el restante 80% de las personas. Era obvio que el padrón del PAN estaba inflado y no sólo se posponía poner remedio al error, sino que de manera absolutamente irresponsable se seguía permitiendo engordar masivamente las listas de miembros en las entidades para los propósitos personales o grupales de ganar asambleas, convenciones o elecciones internas.

En términos reales lo que ha hecho el proceso de refrendo del PAN es desinflar ese padrón de números abultados de un panismo emergente, en muchos casos inexistente como panismo, y generar una base de datos más confiable sobre los que realmente mantenemos nuestra militancia. Ha sido una decisión valiente y acertada, de una transparencia que ninguno de los demás partidos ha sido capaz de practicar.

De acuerdo a los resultados pre-eliminares la cifra de militantes activos pasó de 354,461 a 204 mil 836; mientras que en el caso de los adherentes pasó de 1,514,106 a 162 mil 992. Sólo en cuatro estados, Veracruz, Estado de México, Jalisco y Distrito Federal, se concentraban casi medio millón de adherentes. El proceso de refrendo puso a las personas en su lugar en estas cuatro entidades, pues sólo confirmaron su voluntad de pertenecer alrededor de un 10%.

Lamentablemente se ha montado sobre este proceso de singular honestidad y transparencia una andanada mediática en contra del PAN y su dirigencia nacional, una embustera operación para traducir la depuración en una desbandada o lo que es peor, en el abandono de los ciudadanos al PAN. Es claro que muchos electores que en otros procesos habían conferido su voto al PAN se lo retiraron en la pasada contienda presidencial, pero su base de apoyo electoral, o lo que se conoce como su voto duro, permaneció leal, casi trece millones de votantes. También han reafirmado su militancia los que invariablemente han pertenecido a la institución. Que penoso que a un proceso honesto no haya correspondido un análisis igual.