Visión y acción social, dispersas

Abel Pérez Zamorano


Visión y acción social, dispersas

La Crónica de Chihuahua
Junio de 2013, 23:37 pm

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(El autor es un chihuahuense nacido en Témoris, Doctor en Desarrollo Económico por la London School of Economics, miembro del Sistema Nacional de Investigadores y profesor-investigador en la División de Ciencias EconómicoAdministrativas de la Universidad Autónoma Chapingo.)

Ante la diversidad de problemas que aquejan a nuestra sociedad: contaminación de aire, suelo y agua, discriminación de mujeres, niños, indígenas e inmigrantes, etc., muchas personas con sensibilidad responden formando organizaciones igualmente diversas, como las feministas, las de protección a niños maltratados, contra la discriminación de indígenas y el maltrato a los ancianos, la destrucción de recursos naturales y la contaminación, y muchas más. No obstante la buena voluntad y la sinceridad de muchos de quienes participan en esas organizaciones, la debilidad de éstas es que atacan aisladamente cada fenómeno, siendo que todos son efectos de un problema madre: la pobreza y la política concentradora de las grandes empresas, protegidas por un gobierno obsecuente. Por su parte, los grandes corporativos aprovechan la confusión, promoviendo mil y una organizaciones “filantrópicas”, y patrocinan, con gran aparato publicitario, programas para becar a algunos jóvenes estudiantes, combatir el cáncer, ayudar a niños quemados, dar chamarras o cobijas a los necesitados, y así, un larguísimo etcétera. Pero, bien vista, la diversidad de los problemas es sólo superficial, y su desconexión, aparente.

Los grupos alarmados, justamente, por la contaminación (algunos de ellos sinceramente) al emprender acciones aisladas soslayan el hecho de que una preocupación esencial de la economía de mercado es abatir costos, transmitiéndolos a la sociedad como “externalidades”; por ejemplo, evitando instalar dispositivos de protección al ambiente y a la salud de las personas. Los grandes hoteles contaminan playas y ríos. Las empresas mineras, a manera de compensación por traer inversión extranjera y crear empleos, causan contaminación y enfermedades; igual hacen las cementeras y tantas otras. Muchas fábricas o tiraderos de basura industrial arrojan residuos cancerígenos, y todo mundo conoce a los responsables… menos el gobierno. La industria automotriz, en aras de vender más, satura de carros el país. En 1990 circulaban en el Valle de México 2.1 millones de vehículos; hoy son cinco millones 25 mil, y cada año se agregan 200 mil más (Secretaría del Medio Ambiente del GDF, Reforma 2 de junio de 2013). Además, anualmente ingresan un millón de carros viejos procedentes de Estados Unidos, país del cual somos basurero. Pero lo más cómico, si no fuera trágico, es que muchas de esas empresas contaminadoras aparecen luego anunciadas con bombo y platillo como patrocinadoras de asociaciones contra el cáncer, movidas de honda preocupación por la expansión de este terrible mal. Igual pasa con las que producen comida chatarra y refrescos, que primero nos hacen campeones mundiales en diabetes y obesidad, y luego nos ofrecen, con lágrimas de cocodrilo, su generosa “ayuda”. Pero además de su labor destructiva, no pagan impuestos, privando así al erario de recursos necesarios para atender las necesidades sociales.

En mayo pasado, el Servicio de Administración Tributaria condonó a Televisa impuestos por 2 mil 990 millones de pesos. Pero ese no fue un hecho fortuito. El 4 de junio, el Grupo Modelo vendió la mitad de sus acciones a la empresa Anheuser-Busch en 20 mil millones de dólares, transacción por la que el fisco captará a lo sumo ¡el 5 por ciento en ISR!, impuesto irrisorio aplicado (sólo para cubrir apariencias) a las transacciones bursátiles y las ganancias de capital que generan, y que beneficia, obviamente, a los capitalistas más grandes, capaces de operar en la bolsa; para ellos, el ISR no es de 28 ó 30 por ciento. Igual medio utilizó en 2001 el Citigrup al comprar Banamex en 12 mil 500 millones de dólares, sin pagar por ello un solo peso al fisco, que, según algunos cálculos, dejó de percibir 3 mil 500 millones de dólares; en 2004 Bancomer fue vendido a BBVA, causando al erario un quebranto de mil 200 millones de dólares. Imagina usted, querido lector, con todo ese dinero cuántos hospitales, aulas, espacios deportivos, sistemas de agua o caminos de acceso hubieran podido construirse; cuántas becas a estudiantes pobres se hubieran otorgado. Pero a cambio de eso, dando cuentas de vidrio por oro, nos ofrecen el famoso Teletón, que funda centros de rehabilitación o regala prótesis y sillas de ruedas, aprovechando, obviamente, que todos esos gastos son deducibles de impuestos. ¿No sería mejor que las empresas pagaran sus impuestos, para que con ello las instituciones de salud tuvieran equipo, instalaciones, medicamentos y personal calificado y suficiente?

Pero volvamos al asunto de las organizaciones. Los grupos que, con toda razón, lamentan el maltrato y la discriminación a los indígenas, no ven su causa en la miseria en que éstos viven, consecuencia de despojos históricos y de la acción expoliadora de cacicazgos actuales; no descubren la raíz económica del problema, ni que los indígenas no necesitan de la conmiseración, sino de un ingreso suficiente, que les permita reivindicar su dignidad. En fin, tras la discriminación de las mujeres está también su vulnerabilidad económica.

Si aceptamos la hipótesis aquí expuesta, podemos concluir que formar grupos aislados para atacar efectos aislados no es la solución. Por esa vía, el pueblo no aprende a ver integralmente sus problemas, ni a actuar en forma unitaria para atacarlos de raíz. Se confunde su visión de las cosas en la intrincada trama de relaciones políticas y económicas y de clases sociales; se dispersa su atención y su fuerza se desgasta en acciones aisladas. Y aprovechando esta situación, los multimillonarios hacen su juego, procurando preservar su modelo, adornándolo de humanismo e incrementando sus ganancias. En conclusión, en todos los problemas mencionados subyace una causa común, la acumulación del capital; el sacrificio del hombre y la naturaleza en aras de la máxima ganancia; consecuentemente, lo racional es enfrentarlos en su raíz, para lo cual no basta con agruparse para atender problemas parciales: se requiere de una visión social, y también de una acción social abarcadora, que unifique todas las inconformidades y las encauce rumbo al progreso social.