Egipto en la barbarie

Por Abel Pérez Zamorano


Egipto en la barbarie

La Crónica de Chihuahua
Agosto de 2013, 20:55 pm

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(El autor es un chihuahuense nacido en Témoris, Doctor en Desarrollo Económico por la London School of Economics, miembro del Sistema Nacional de Investigadores y profesor-investigador en la División de Ciencias EconómicoAdministrativas de la Universidad Autónoma Chapingo.)

En los días que corren, el ejército egipcio ha asesinado en las calles a más de mil simpatizantes del depuesto presidente Mohamed Morsi; a ciencia y paciencia de los organismos internacionales se comete ahí un crimen de lesa humanidad. Y esto ocurre en el país cuna de la civilización occidental y en el marco de un orden social global que se proclama democrático y cima de la historia, donde pretendidamente imperan la libertad y el respeto a los derechos humanos. Y para colmo, donde hace poco más de dos años floreció la llamada “primavera árabe”, aurora de la democracia, según sus propagandistas, que hoy ven con perplejidad cómo su gran triunfo se volvió humo con el retorno de los militares.

Todo parecía ir viento en popa una vez que Hosni Mubarak, aliado de los Estados Unidos pero ya caído en desgracia, fue obligado a renunciar en medio de la protesta social; mas en el relevo del poder las cosas no fueron precisamente como Washington esperaba. En las elecciones al parlamento resultó ganadora la Hermandad Musulmana (o Hermanos Musulmanes),que en febrero de 2011 se convirtió en partido (Libertad y Justicia); confiando en que imperaba ya la democracia, participó en las elecciones y ganó casi la mitad de los representantes a la Asamblea Popular y el 90 por ciento de la Cámara Alta, y su simpatía entre el electorado fue tal que en las elecciones presidenciales de junio de 2012, Mohamed Morsi, su candidato, resultó ganador con el 51 por ciento de los votos, 3.5 por ciento por arriba de Ahmed Shafiq, el favorito del ejército. Por primera vez, Egipto sería gobernado por un presidente civil. Pero el triunfo fue muy limitado, pues la Constitución, hábilmente diseñada para tal efecto, otorga al ejército un poder desmedido, que lo coloca en muchos aspectos no sólo a la par que el presidente, sino por encima de él.

Muy debatibles son, ciertamente, la posición política y la ideología de Morsi, así como sus compromisos con el exterior, en Europa y Estados Unidos, pero independientemente de ello, el hecho incontrovertible es que se trata del presidente legal y libremente elegido por los egipcios, y que en uso de sus atribuciones pretendió institucionalizar al ejército, acotar su desmedido poder y subordinarlo al gobierno.

Acción tan elemental tuvo como respuesta fulminante el golpe de Estado del 3 de julio, que instaló, más bien reinstaló, un gobierno militar, encabezado por el General Abdel Fatah el-Sisi; esto provocó una ola de protestas por parte de los seguidores del depuesto presidente, que serían sofocadas el pasado16 de agosto cuando el ejército disparó contra la multitud, dejando un saldo de 623 muertos; a ello vendrían a sumarse, en el transcurso de la semana, acciones posteriores que elevan la cifra de víctimas a casi mil muertos.

Por su parte, los gobiernos de Estados Unidos y Europa nada hacen para detener esta barbarie, e incluso se niegan a admitir que lo ocurrido sea un golpe de Estado, y se limitan a declarar que “lamentan” los “deplorables” hechos. A lo más que ha llegado Washington en términos prácticos es a ¡suspender algunos ejercicios militares conjuntos con el ejército Egipcio! En línea con esa política, Ban Ki- moon, Secretario General de la ONU sólo declaró que “le preocupaban las manifestaciones y los excesos de fuerza” del gobierno; el Consejo de Seguridad, en otros casos tan celoso de su deber, se ha limitado a hacer un llamado a “la moderación entre las partes”. A coro con lo anterior, los medios de comunicación, como la televisión mexicana, han dado un trato de lo más considerado a los militares egipcios, a quienes se refieren en tono aparentemente crítico, pero con un lenguaje que a todas luces evita llamar a las cosas por su nombre y condenar a sus responsables.

Pero volviendo al asunto central, hay que decir que el desenfreno de la soldadesca y la cobertura mediática de que goza, se explican porque el ejército egipcio cuenta con protectores muy poderosos: después de Israel, Egipto es el segundo receptor de apoyo financiero para fines militares por parte de los Estados Unidos. Esta alianza tiene muy poderosos motivos. Entre otros, está el control del tráfico por el estratégico canal de Suez, que conecta al Mediterráneo con el mar Rojo: alrededor de 3,600 buques petroleros lo cruzan cada año. Existe también una unión de intereses concertada en los acuerdos de Camp David de 1978 y los tratados de paz de 1979, en los cuales Egipto fue el primer país árabe en reconocer al Estado de Israel, y recibió a cambio más apoyo de Estados Unidos y la soberanía sobre la península del Sinaí, desde donde aísla a Palestina en su frontera suroeste. En este contexto se explica también que Israel apoyara hasta el final al régimen de Mubarak.

En fin, la crisis de Egipto viene a recordarnos que mientras una parte de la sociedad domine a la otra; mientras no haya igualdad real de oportunidades para todos, la democracia será un mecanismo de ejercicio y legitimación de ese poder y sólo servirá para dejar a la parte dominada la sensación de que participa en la vida política y decide libremente quién gobierna. Pero nos enseña también que ningún esquema de control es infalible, y como hoy vemos en Egipto, los procesos políticos suelen salirse de control, pero no faltan a los dueños del poder medios para escamotear el triunfo a sus adversarios.