Estancamiento económico global

Abel Pérez Zamorano


Estancamiento económico global

La Crónica de Chihuahua
Agosto de 2013, 10:20 am

(El autor, chihuahuense nacido en Témoris, es Doctor en Desarrollo Económico por la London School of Economics, Maestro en Ciencias en Políticas del Desarrollo por la London School of Economics. Maestro en Ciencias en Economía de Negocios por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, Profesor de la Universidad Autónoma Chapingo e integrante del Sistema Nacional de Investigadores.)

La ciencia económica descubrió desde mediados del siglo XIX que el capital adolece de graves contradicciones que se profundizan conforme evoluciona, y que ni los más ilustres sabios a su servicio pueden curar. Por un lado, la propiedad privada y la libertad de los empresarios han degenerado, perdiendo su legitimidad, dejando de ser una oportunidad para realizar la iniciativa y creatividad personales; se las ha deificado, haciendo de cada magnate un monarca absoluto en su empresa, muchas veces monopólica, erigida en poder superior al Estado y la sociedad, y que decide por sí y ante sí cuánto, cuándo y cómo producir, únicamente en función de las expectativas de ganancia, en la más completa anarquía. Nadie, ni el Estado mismo, ni la sociedad, en protección de sus propios intereses, puede introducir el más elemental orden, pues significaría atentar contra la libre empresa y la “iniciativa personal”. Ése es, como gustan llamarlo, el “paradigma” imperante, pero que en la actualidad muestra claros síntomas de agotamiento a escala global.

La contradicción que afecta desde su origen mismo a la economía de mercado radica en que, gracias a la constante innovación tecnológica, rasgo característico del desarrollo capitalista, la industria puede producir cantidades crecientes de mercancías. Pero, el problema se complica porque la capacidad de los mercados para absorberlas va disminuyendo conforme la riqueza se concentra en unas cuantas manos y el desempleo aumenta. Así, la economía de mercado, aguijoneada por el afán de ganancia y abusando de su libertad, produce cada vez más, sin freno ni límite, pero, a la vez, empobrece crecientemente a la gente. Como consecuencia de estas tendencias contradictorias sobreviene la saturación del mercado, hasta el punto en que, para corregir los excesos, se hace necesario reducir el flujo de mercancías y sobreviene así la crisis, no importa con qué eufemismo técnico se pretenda minimizarla; después, corregido el desfase, viene de nuevo, en el conocido ciclo económico, la reactivación. Pero ahora las cosas parecen irse complicando y el mal se ahonda, pues no se ha visto, como normalmente ocurre después de cada crisis, la tradicional recuperación, más o menos rápida y vigorosa. Hoy, ésta no alcanza a estabilizarse; primero vimos una brusca caída a partir de 2008, y luego un largo período de estancamiento, una crisis prolongada, que, como los sismos, ha registrado réplicas, sobre todo en Europa, pero sin un despegue sostenido desde entonces.

Evidencia del estancamiento global puede verse en la revista The Economist del 10 de agosto, en sus expectativas de crecimiento del PIB para este año. Refiriéndose a las 42 principales economías del mundo, registra que: en siete de ellas se reducirá la actividad económica, reflejada en un PIB negativo; entre ellas están: Francia, Grecia (-5.5), Italia, Holanda y España; luego, con un crecimiento entre cero y menos de uno por ciento, hay seis países, entre ellos el Reino Unido y Polonia (1%), Austria (0.5%) y Alemania (0.3%). Crecerán entre 1 y 2 por ciento Estados Unidos, Japón, Canadá y Brasil; los otrora dinámicos “Tigres asiáticos” lo harán apenas por arriba del 2 por ciento. Las economías con mayor crecimiento serán: China (7.5%), India e Indonesia (5.8%). The Economist ofrece también el reporte más reciente (mayo o junio) de la producción industrial, comparada con el año anterior: en 20 de los 42 países, casi la mitad, ésta cayó. Un insignificante crecimiento registraron las grandes potencias: Estados Unidos y Alemania apenas al (2%), el Reino Unido (1.3%), Francia (0.4%). China, en cambio, creció en 8.9. Obviamente, esta ralentización o franco estancamiento eleva la tasa de desempleo, que en Alemania es hoy de 6.8 por ciento; con desempleo entre 7 y 8 por ciento están: el Reino Unido, Canadá y Argentina; entre 8 y 10 por ciento Holanda, Bélgica, India y Suecia; entre el 10 y el 13 por ciento, Hungría, Francia, Italia, Polonia y Egipto; finalmente, con más del 25 por ciento, Sudáfrica, Grecia y España. La crisis genera, pues, un gran dispendio de fuerza laboral, dejando a grandes masas de trabajadores en el ocio forzoso, privados de ingreso y más pobres; además, opera siempre como mecanismo concentrador del capital, pues permite a los grandes corporativos crecer a expensas de la quiebra de las pequeñas y medianas empresas, menos competitivas para vender su producción en un mercado contraído.

Así pues, al desarrollarse la economía de mercado, sus contradicciones se ahondan, y hoy se manifiestan en una ostensible pérdida de dinamismo del modelo, y de su paradigmática eficiencia productiva, debido esto a la anarquía en la producción, la creciente acumulación del capital y el empobrecimiento de los pueblos. Ante ello se hace necesario atacar el problema en su raíz misma, introduciendo políticas de desarrollo y una elemental planificación estratégica que dé más racionalidad al proceso productivo, evitando, obviamente, los excesos aberrantes con que esta práctica fue aplicada anteriormente; tan malo es un fundamentalismo de mercado como uno de Estado. Y para enfrentar la incapacidad de los mercados para absorber el cúmulo de mercancías creadas, se requiere distribuir el ingreso, para que todas las personas puedan adquirir todos los satisfactores, que los hay y de sobra; la capacidad técnica de la industria para producirlos, está visto, no es problema. Tales correctivos serían condición indispensable para la recuperación económica; y de su factibilidad, la evidencia está en China, con una economía, que sin renunciar a su componente capitalista, se ajusta, en trazos generales, a ciertas estrategias de desarrollo y donde, además, se está distribuyendo la riqueza (los salarios reales están aumentando). No es casual que en ese país se registren las tasas más altas de crecimiento, muestra de que su modelo tiene claras ventajas en eficiencia, dinamismo y equidad con respecto a los de Europa, Japón y Estados Unidos.